¿Para qué te voy a contar mi sueño? Siempre es más o menos lo mismo: vos en una situación desamparada en la que necesitás, sin saberlo y a veces sabiéndolo, que alguien te cuide. Sos un adulto siempre, el que yo conocí, pero con una necesidad no de una mamá, sino de algo o alguien que te contenga, que te apoye, que te de una mano.
Este no fue diferente. Estabas en piyama, con bata, como los caballeros ingleses. No podías comer por un tiempo, que no se sabía cuánto era, comida normal, solo comida cruda. Y quebrabas el silencio ese que te pesa como un ancla para pedirme que te ayudara. Me convencías como siempre, haciéndome sentir especial, diciéndome sin decirlo que solo yo podía ayudarte, que solo confiabas en mí, que nadie podría hacerlo como yo.
No había otra opción y yo me alegraba infantilmente de eso. Y como en la vida real, yo siempre decía que sí, por supuesto, porque no tenías a nadie más.
No sé dónde estábamos, un cuarto, un apartamento, un lugar cerrado, con una luz azulada. Pero no podías salir y nadie podía verte ni verme a mí con vos. Era hoy, pero podía haber sido hace 70 años y yo prestándome para que vos pudieras esconderte.
Yo salía todos los días a buscar algo que pudieras comer, revisaba libros, le preguntaba a la gente, buscaba en internet y podía, siempre, encontrar algo para vos, usualmente fruta o verdura. Tengo muy presente cómo te convencí que era posible comerse el broccoli así, sin cocinar, arbolito por arbolito. Hablábamos de todo por horas y al día siguiente volvía a empezar la búsqueda. Todos los días era un día menos para que por fin te pudieras ir.
A veces sentía miedo que alguien me viera con vos, que alguien llegara a buscarte. Me preocupaba el escándalo, pero más me preocupaba que no pudieras seguir la dieta que necesitabas y que algo te fuera a pasar. A veces me parecía ver a tu mamá o tu papá o a alguien buscándote, y sentía un hueco en el estómago, hasta que me acordaba que no podía ser cierto porque nadie sabía que estabas ahí. Y me acordaba, que por ejemplo, a tu mamá no la he visto nunca, así que no la podría confundir con nadie. Vos sabés cómo, en los sueños, a veces, tenés momentos de lucidez.
El sueño tenía todo para ser ansioso o para ser una pesadilla, pero no lo fue. Será porque siempre sonreís en mis sueños y no sos el muchacho triste o serio de las pocas veces que te veo. O será porque no me importa entender porqué me sueño con vos o porqué siempre así.
Yo lo que quisiera es saber porqué siempre que pasa me invade esa callada ternura y descubrir quién o qué sos vos en el atlas simbólico de mi inconsciente.
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