Cuando me soñé, de nuevo, con blogueros. Este sueño no fue un one on one, pero tampoco fue un sueño de esos.
Como los sueños carecen de racionalidad, cuando me di cuenta estaba yo, con mi camisa favorita de vampiro (velvet red) en la puerta de un lugar de encuentros. Y no había nadie adentro. Se materializó una voz que ni siquiera me preguntó nada sino que afirmó de una vez que esperaban a Solentiname, y me llevó, como en las películas, deslizándome a la entrañas de esa vieja casa semi alumbrada apenas con sonidos de músicos de antaño reverberando en los rincones. Me indicó con una mano fantasma y transparente el lugar donde tenía que esperarme, y al ver mi destino, tímidamente me volví y le dije:
“pero QUE ES EL PROBLEMA CON USTEDES AH? Llamé dos veces, DOS VECES, y las dos le dije que era para SEIS, no para ocho ni para cuatro, para SEIS! Y además que la quería lejos del escenario. Yo ya me suponía que la primera vez que llamé no me iban a creer porque me contesto un muchacho nicaragüense que pensó que lo estaba vacilando cuando le dije que era para Solentiname y ahora esto. Sí. No. No sé con quién hablé hoy, era extranjero también. Me arregla esto ya, o me voy y no hacemos nada! Esunrelajounabarbaridáaesoledicenservicio…”.
Nos teletransportamos al rincón más alejado, donde me senté yo solita, por una eternidad, a esperar a los otros espíritus chocarreros del más acá cibernético. El camarero fantasmal me enseñó una carta de vinos y me recomendó los chicharrones. Viendo que faltaba toda la tropa, quedamos en que más tarde le informaría telepáticamente de nuestros antojos.
Como en los sueños pasan cosas insólitas, ni me inmuté cuando se me acercó una cámara caminando. Se me quedó mirando y cerrando y abriendo el lente del zoom, me enseñó una fotografía digital de una gran sonrisa. De reverencia de educada galantería, me dice “Entonces, te acordabas o no te acordabas de mí?” Y yo, para mantener el mito de la memoria privilegiada, le digo que cómo no me voy a acordar vos, Oscar. Y empezamos la conversa como si hace dos días la hubiéramos dejado pendiente. Del estuche de las pilas, saca un habano y me dice “Espero que no te moleste. Tuve la deferencia de que fuera cubano.”
Le pregunto a Oscar que porqué está tan oscuro. Y me dice que no es la noche ni la ausencia de ventanas y ni siquiera le velita miserable que alumbra cada mesa, sino ese árbol de guanacaste que nos sirve de sombra. Antes de que me de tiempo de preguntarle si está loco, se escucha el guipipía transplantado desde la pampa y la Gata vaquera hace su triunfal entrada maullando al ritmo de Malpaís. Me saluda de abrazo de vieja amiga y me dice “Soy Flory”. Yo lo presentía de por sí. Y nada, le respondo- para mí sos Flo.
Como en los sueños a uno no le importa sentir que se está volviendo loco, no me preocupó estar hablando con dos perfectos extraños y poniéndolos al día en las aventuras de – perdonando el plagio- mi blog real, de mi vida.
Mientras nos reíamos de algún chiste mal contado, escuchamos el escurrir presuroso de cinco dedos que con agilidad se treparon a la mesa, nos dio la mano a todos, y una vez asegurada la atención, ensamblados como la familia Adams, el pariente lejano de Dedos cumplió con su misión. Dijo ser la famosa mano izquierda, adelantada como es propio de su inquieta naturaleza, que entró de primera en misión de espía para echar un ojito y decidir si era el lugar y la turba apropiada para que my ojitos café se sintiera a gusto. Y sí, si era. Se elevó en el aire haciendo la señal internacional de todo bien y llamándolo con uno de sus dedos. El Tugo se acercó sonriendo. Flo tuvo una revelación mística que le aseguraba hacerlo conocido de vidas pasadas. Yo le reclamé por haberse cortado el pelo (hasta que me di cuenta, días después, avergonzada, que la equivocada era yo. Nunca no había visto largo).
A la cabeza de la mesa, Otrova se nos unió de último, madreando los inconvenientes de parqueo y su llegada tardía, acusóse de ser poco frecuente de la zona, y se sorprendió de vernos enfrascados en discusiones blogeras de dudas pendientes. Lo actualicé de un solo tiro y se nos fue a los cinco unos dos meses, sentados en la mesa, intercambiando impresiones, bromas, sonrisas, aclaraciones, recuerdos, ideas, elucubraciones, las ideas de cada uno sobre el otro, las coincidencias de nuestras vidas reales, los secretos que aun quedarían pendientes y se revelarían en un post futuro.
Invocamos a Ilana y le pedimos a una luciérnaga que le llevara nuestros abrazos. Nos trajo de vuelta entre los vapores de una nouvelle latinamerican cuisine un botoncito de play. Sonaba su voz a través de la distancia y yo decía “pero si suena mexicana! Yo hubiera jurado que tenía acento de Argentina” y Otrova “tus papás te enseñaron hebreo?” y Oscar “no le digan que soy yo el que le va a hablar, quiero que sea sorpresa”. Nos intercambiamos el micrófono para poder hablar todos con ella. “beban mucho a nombre mío”, nos decía “gracias por invocarme, de verdad”, “que la pasen lindo”.
Y faltaron Quintu y Yuré y Bandido y Dean, por lo menos en el sueño, pero no faltaron porque pensamos en ellos y acusamos falsamente a Oscar de ser el mismo que Bandido y expusimos la prueba que resultó ser espúrea y especulamos sobre si Quintu sería de camiseta negra o de barba de candado, o con un libro de Hesse bajo el brazo y anteojos redondos y de cómo sería, cómo sería, cómo hablaría, cuándo estuvo aquí el buen Yuré y de lo mucho que extrañamos el pseudo chat de su sección de comentarios. Les contamos a todos que lo pueden encontrar en www.ajde,blogspot.com y que sabíamos que era él porque tampoco podía uno comentarle. Y me interrogaron sobre Dean. Fiel a mi promesa, no solté ni media prenda y le aumenté el aura de misterio.
La noche nos llevó a tres extraños reales a la casa de un cuarto. Como uno en los sueños sabe que nada malo le pasa en realidad, yo, a pesar de ser la única mujer que quedaba, accedí y hasta instigué el movimiento. Nos sentamos cuatro amigos virtuales a tomar ellos vino y yo chocolatito caliente. Y resolvimos el mundo de los blogueros y hablamos de la responsabilidad social de lo que se escribe y que quién era quién y dónde y cuándo. No hubo final. Me desperté a medio sueño pensando que iba tarde para el brete y que tenía que correr para atravesar toda la ciudad.
De todos me dejé algo. Una foto, una pulsera, una empanada de pino, un secreto. Y no sé si habrán dado cuenta que les dejé algo mío.
Yo no sé, la verdad, lo que pasaría si todo eso lo hiciéramos verdad. Dice Oscar que la magia existe hasta que se explica y pierde la gracia. Yo creo que aun y cuando se cumpliera el sueño, la magia no se apagaría. Porque yo no necesito que alguien a quien leo me explique porqué escribe así. No necesito que se disculpe por lo que escribe o que me de sus razones. Necesito nada más que me guste y que lo quiera visitar y leer, aunque a veces no se me ocurra qué comentar. Y eso me basta para saber que no me decepcionaré. Porque nadie que escribe así, nadie que piensa así, nadie con esa sensibilidad, nadie que sienta como yo siento la necesidad de escribir, me podría decepcionar. Tendríamos creo, por lo menos lo básico, lo de adentro, en común y tontos seríamos por creer que el envoltorio prevalece sobre la esencia.
Nota de Sole: Graziaz a todos los del sueño por las palabras tan amables que de forma tan narcisa me soñé que tuvieron conmigo. Con ojitos pizpiretos, de corazón, graziaz.
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