Esto tiene que ser heredado. Sucede una vez cada cierto número de años, aunque cuento con la infalible receta para estas circunstancias tan extrañas.
Hay que tener claro que lo que se pierde es siempre un artículo de uso personal y diario. Un cepillo, las llaves, un libro, un chunche muy preciado. El tamaño no tiene importancia, aunque casi siempre optan por algo mediano.
Empieza el ritual: repasar, paso a paso, los últimos movimientos. Poner la memoria en trabajar para recrear los momentos de uso más reciente. Levantar almohadones y cobijas, vaciar roperos, abrir cajas, desempolvar recuerdos, revolcar todo, saquear la casa, el carro, a los vecinos, y nada. Se llama a los amigos para descartar la posibilidad de que esté prestado. Se deja de poner atención al hecho, por un rato, para ver si con eso, el artículo reaparece en el lugar que lo habías dejado. Ni un rastro. Se usan frases cabalísticas como “Cuando uno busca algo que urge, nunca lo encuentra”, “Cuando menos lo esté buscando, aparece”, “Eso me pasa por desordenado”, “Lo acabo de ver aquí hace un rato”
Aquellos que no quieren dar el brazo a torcer, recurren a la celestial ayuda e invocan al santo de todo lo perdido, San Pascual Bailón, de reconocido prestigio, una ofrenda si reaparece aquello que ha desaparecido. A veces quisiera saber si San Pascual recupera la dignidad de los vendidos o la fe a los descreídos, o la fuerza a los que se rindieron o tantas cosas y almas que también andan perdidas. Algunos, le ruegan con fervor de santo y en ese tono especial con el que se reza por un favor muy necesitado.
Si aparece, viene entonces, con justa razón, el pago al santo detective. Hay que otorgarle un padre nuestro bailado. A pleno pulmón y a ritmo de vénganos en tu reino, se retribuye el favor concedido, aunque nadie nos vea. Los pasos de baile poco importan si son de rock o tango. El punto aquí es el pago. La sanción de lo contrario, será la negativa a futuras intervenciones de naturaleza divina.
Para ateos o desconfiados, que es mi caso, no queda más que la solución más baja, en la que se reconoce la derrota. Después de encolerizarse y de llenarse de rabia, se hace un alto en el camino, y con voz fuerte, segura, pero de buen modo y agraciada, se dice con elegancia “me devuelve el .. “. Si no funciona de inmediato, se agrega la partícula “por favor” y se entona de nuevo la pregunta. Un “no sean malitos, dejen de joder” a veces resulta apropiado.
Nunca falla. En el lugar más evidente aparece lo buscado, sin un solo rasguño y casi burlándose de nuestra búsqueda desesperada, ofendiéndonos con su presencia, tangible y clara.
Este sistema también requiere de cierto pago. Siempre hay que evitar las malas palabras y de inmediato, decir “gracias”. Los duendes disfrutan con nuestras tribulaciones por cosas materiales, pero desde que yo me acuerdo, no soportan a las personas mal educadas.
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