Llevo 53 años viva. Los mismos que llevo sin poder usar palillos chinos. Cuando conocí a Marce intenté por mucho tiempo, hasta llevaba en la cartera un aparatito similar a los rodines para los palillos. Y nada.
Por mi dislexia bilateral, cada vez que me trataba Marce de enseñar no servía para nada porque lo tenía enfrente.
Llegó el momento en que ya valió verga y renuncié siquiera a intentar. Además, con la llegada de Pato, casi no volvimos a ir a restaurantes de sushi porque Pato no tendría qué comer ahí y aun hoy, la idea de comer pescado crudo le da asco.
Ayer fuimos al Tin Jo, después de casi 8 años de no ir. Pato vio los platillos, los cogió y en menos de dos minutos aprendió a usarlos. Se comió su pollo, sus vegetales, su arroz frito con palillos. Se comió mi arroz y los pedacitos de wantan que nos pusieron de entrada.
Quedó lleno de pedacitos de arroz después de los primeros intentos, incluso en las chanclas que andaba. Estaba tan fascinado con la hazaña y con el restaurante, que pidió que lo llevarámos ahí más seguido.
Recordó el libro de los Palillos Chinos y la canción que practicaba en el piano.
Hoy en la mañana, desayunó su huevito y sus frutas con palillos. Pidió que le compren un par solo para él. Quiere llevarlos a donde los abuelos.
Hemos creado un monstruo.
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