En mi barrio hay una casa esquinera de esas viejas, grandes, hechas en los 60. Ahí han funcionado varios negocios y clases.
Yo creía que hacía mucho estaba vacía. Pero en estos días, que he tenido que sacar a pasear a Siggy, noté algo.
Ya era de noche. Una mujer muy voluptuosa, morena, con una micro falda partida al lado. Un crop top de tirantes. Un maquillaje excesivo. Tocaba con fuerza la puerta con una mano y con la otra sostenía una botella de guaro. Pedía a gritos urgentes que le abrieran, como cuando a uno le urge llegar a algo muy bueno.
Afuera, un único carro muy caro. Hice memoria y me di cuenta que todas las noches hay uno distinto. Nunca he visto entrar al chofer.
Ahora me fijo. Cada ventana tiene una cortina gruesa y sale una luz de colores, roja o azul. Voces de mujeres jóvenes. De cada uno sale música diferente. Risas, susurros, gemidos.
Seguiré investigando, pero estoy casi segura que en ese barrio residencial, en esa esquina tenemos un putero.
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