Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

La dignidad

desde la isla de

No es fácil dormir con Pato. Da mucha vuelta. Habla. Se despierta y me toca para ver que estoy ahí. Pero mientras Marce anda de viaje, ese es el trato.

Tal vez es el mal dormir. O tal vez es que esta semana no voy a nadar porque me toca alistarlo en las mañanas. O puede que sea el estrés del examen de alemán de hoy y de sociales de mañana.

O tal vez soy yo. Lo más seguro es que soy yo.

Le pedí que se pusiera las medias, pero se puso a ponerle scotch a un rótulo de “Estamos en piyamada” y pegarlo a la puerta del cuarto. Le pedí que se lavara los dientes y se puso a echarla agua a la botella que lleva al colegio. Abrí la puerta de la casa para que Siggy saliera a orinar y ahí, en la entrada, a la intemperie, los anuarios de 4 años del colegio, tirados en el piso, donde quedaron después de que ayer en la tarde se sentara en la gradita a verlos.

Me convertí en la mamá que yo conocí- y por eso digo que soy yo- y entre dientes lo llamé a gritos y casi le digo que lo iba a matar, pero de mentirita, o sea del colerón. Creo que no oyó la última parte. Me controlé suficiente para decirle que se asomara para que viera lo que iba directo a la basura. Algo que mi mamá también me decía.

Sin decir nada, salió, los recogió y los llevó a su cuarto.

Cuando me pasó a la par, le vi los ojitos llenos de dolor, pero no cedió ni un centímetro. Caminó con la dignidad que yo no tuve para él.

En medio del caos, le dije al perro que se calmara y que se dejara poner la correa. Oí su vocecita desde el cuarto

“Si le hablas tan feo, no te va a hacer caso… y yo tampoco”

Mientras esperábamos la buseta me disculpé, y él, que es tan noble, sonrió, me abrazó y me dio un besito. Pudimos repasar las cosas más importantes.

Por dentro, yo temía que los gritos afectaran su capacidad de contestar bien el examen. Temía y temo esa otra que soy cuando personifico mi infancia.

No he dejado de pensar en sus ojitos llenos de dolor, pero sin lágrimas. En su dignidad callada. En lo valiente que es.

Por esos ojitos, solo por eso, tengo que hacer lo que sea necesario porque el adulto soy yo. La que debería poder controlarse, soy yo.

Tendrá 9 años, pero está chiquito.

Fediverse Reactions

Gotitas de lluvia

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