Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Tiempo de devolver

desde la isla de

Ayer almorcé con el Patán. Llegué al restaurante y me pasaron a la mesa del mae, en el patio, una mesa larguísima, solo para nosotros dos. Y debajo de la mesa, el perro de él, que me ama como yo lo amo a él, que se me echa en los pies y me deja acariciarlo.

Pasamos dos horas hablando de todo. El se bajó 4 Moscow Mules y yo un pichel gigante de agua fría. Sin ponernos de acuerdo, pedimos platos para compartir. Yo quería que él probara los camarones y él quería que yo probara el carpaccio. Luego queríamos chicharrones, pero no chifrijo. Y la mejor yuca hervida que he comido: sabía a mantequilla.

Hablamos de viajes, de política, comimos gente. Hablamos de poner los cuernos, de los hijos por fuera. De los hijos de él y del mío. De perritos, de series, de restaurantes. De bodas, de trajes, de peladas, de comida. Hablamos de suplementos, medicinas, exámenes médicos, vitaminas. Nos mostramos fotos.

Nos reímos con cuentos viejos, hablamos de mis sueños y de cómo él se siente orgulloso de mí y de lo que estoy haciendo. Que siempre lee el boletín y que le alegra haber vivido sus mejores años antes de que el acoso sexual se convirtiera en un problema real, aunque, me confesó, nunca metió el pipí en la planilla.

Nos reímos mucho.  Dijimos muchas malas palabras. Nos hicimos preguntas profundas de la vida. Porqué los hombres son tan desapegados con sus papás. Porqué hay hijos a los que no los quieren. Porqué algunos chicos son maravillosos, pero unos grandes vagos. Porqué hay gente que no sirve para hacer plata pero sí para hacer plata para los demás. La importancia de devolver lo que recibimos a manos llenas.

Me contó de un residencial en Guanacaste donde hay cancha de golf, obvio. El lote más barato cuesta 6 millones de dólares. Y nadie lo compra porque les da vergüenza que sea el más barato. Es un enclave de ricos- me dijo- y eso no puede ser.

Mientras tanto, había una brisita fresca y ni una sola nube de lluvia. Podríamos haber estado en cualquier lugar menos en el que estábamos, una burbuja.

Yo había ido con una camisa sin mangas. Justo antes de irme, se me quedó viendo y me dijo:

“Has cogido un color precioso” – me sonrió y me cerró un ojo.

Yo me levanté y lo abracé con muchas ganas.

El no sabe – o tal vez sí, pero no me lo dice- porqué de repente quiero almorzar con él cada mes o cada dos meses. Yo sé y él sabe que sé, que está pasando por un momento muy duro.

Y así como el día que me diagnosticaron cáncer de mama él se quedó conmigo al teléfono hasta que pude llegar al consultorio del médico; así como él fue de las primeras personas a las que llamé llorando cuando me encontraron el cáncer en el estómago y me acompañó en todo el proceso; ahora me toca a mí devolver. Y quiero hacerlo.

Fediverse Reactions

Gotitas de lluvia

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