Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Los días de silencio

desde la isla de

Jueves y viernes santo no son feriados aquí. Pero tampoco son para andar haciendo loco. En esos dos días está prohibido bailar, así que cierran las discotecas y clubes. También es prohibido cualquier espectáculo público y la venta de alcohol. Hay rótulos recordándole a la gente que por favor tengan consideración para aquellos que conmemoran la Semana Santa y que esa consideración se traduce en guardar silencio.

Dos días es muy poco tiempo para conocer a los locales. Si los conociera, iniciaría una investigación enorme, porque aquí se me perdió mi suéter. No tengo idea de dónde quedó. Por dicha no está haciendo frío.

Ayer comimos bien, comida regional. La milanesa viene a ser algo así como el chicharrón. Por un lado, la hacen de cerdo. Por otro, lo tradicional es ponerle limón y sal. Igualito que el chicharrón. En lugar de la tortilla, algo de papa: ensalada, puré o papas fritas. Esa es mi comida fuerte diaria.

Hoy, en la mesa de al lado, un argentino se pidió lo que él creyó que era codo de cerdo. El mesero le explicó que lo que estaba pidiendo era gelatina llena de codos de cerdo y que eso era muy arriesgado si nunca había comido eso antes. Marce me explicó que, en realidad, era queso de cabeza.

También hay muchas opciones austriacas, seguro por la cercanía, incluso ropa o comida de allá.

Igual una entiende que los alemanes se enamoren de latinas. En general, con la dieta local, es claro que cualquier cosa con sabor los vuelve locos y tal vez por eso la comida asiática y turca tienen tanto éxito aquí. Si a eso le ponen el soundtrack de un cumbión bien bravo, es evidente que a ese alemán lo perdimos.

Hoy cruzamos el Elba para conocer la ciudad que construyeron los soviéticos después del 45.  Es Dresden, también, pero le dicen la ciudad nueva.

El medio de transporte obligatorio aquí es caminar. Los alemanes caminan a todas partes. Y Pato lo siente y lo llora en cada célula de su ser. Termina tan cansado, que apenas cierra los ojos ya nos los puedo volver a abrir, aunque momentos antes esté diciendo que no quiere dormir todavía. Aunque hay 6 rutas de tranvía que nos llevan ahí, nos vamos a pie, igual que todo el mundo.

La calle principal de la ciudad nueva inicia con un reconocimiento a los trabajadores y su esfuerzo por reconstruir la ciudad, así como al pueblo soviético por liberarlos. Son bloques de edificios que tienen negocios abajo y departamentos arriba.

Además con don Augusto, el jinete (así le gustaba que le dijeran) montado en su caballo, forrados en oro los dos y camina uno por un boulevard que se ve como en las pinturas. Es tan evidente cuando hay ciudades que invierten en que la ciudad se vea bonita, creando estos espacios de boulevares, con muchas bancas, con estatuas, con flores, lleno de detalles, bien mantenida. Claro, para eso hay que tener plata y poder para correr al chusmero y ordenar el crecimiento de la ciudad. Pero, aun así, nosotros bien nos beneficiaríamos aunque fuera de tener la cantidad de árboles que tienen aquí.

Tienen un edificio enorme, donde está el mercado. Me encanta ir ahí, ver las comidas que no conozco, los quesos, las carnes, todo. En general son señoras mayores las que van a hacer las compras. Salí con una caja de frambuesas dulcísimas y suspiros locales. Aun no encuentro cerezas frescas.  Hay productos rusos, escritos en cirílico, por ejemplo semillas de girasol saladas. Como esta ciudad era parte de la DDR, mi generación y hacia atrás aprendieron todos a hablar ruso y durante los años que duró la DDR, comieron cosas de ese país.

En todo ese ir y venir, me doy cuenta que en todas las cuadras me encuentro al mismo muchacho o todos aquí son iguales: blanquísimos. De esos blancos que hasta dan lástima y encandilan. Con el pelo rubio, pero casi blanco, en picos hacía arriba. Siempre vestido de celeste, de ojos celestes muy claros. Alto y flaco. Con incapacidad genética para el merengue o la salsa.

Fuimos  a ver en el salón real de física y matemática el chunchero que coleccionaba el Rey, que tenía afición por la ciencia y de no ser el enviado de Dios para reinar, se hubiera dedicado a agrimensor porque le encantaba andar midiendo terrenos y usando sus aparatos para medir su reino.

Los sajones se sienten orgullosos de que ese rey haya sido tan orientado a la ciencia, porque como ellos se la dan de la capital cultural de Alemania, pos es lógico que alguien que crece aquí, expuesto al arte, la ópera, el teatro y la ciencia, termine siendo una eminencia.

Aquí, por ejemplo, se inventó la pasta de dientes y las tabletas de chocolate con leche, la primera de ellas con leche de burra y el filtro de café. También los primeros mecanismos para relojes de varias caras que muestran el paso del tiempo en diferentes planetas y en la tierra. Y el troquel de papel, que permitió la creación de los cromos- esos todos barrocos de querubines- y las muñecas de vestir de papel.

En la tarde, en la tele hay programación para niños, en alemán, obvio. Curiosamente, parte de ese bloque es Los Héroes de Hogan, que uno pensaría que así sería visto como un insulto.

Mañana nos vamos para Munich.


Gotitas de lluvia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *