Pato y Monse han sido compañeros desde prekinder. Al terminar preparatoria, Pato me informó que se casaría con 5 niñas, se iban a vivir con el perro a otra casa y que no me preocupara porque habría campo para mí.
Monse se negó a ser parte del harem, esencialmente porque Monse no tiene mates de princesa. Se apunta a todo y no le tiene miedo a nada. Es gimnasta y hace saltos mortales.
Entramos a primer grado y Monse y Pato quedaron en la misma sección. Al inicio, tuvieron un alejamiento importante. Pato se lamentaba con otra compañerita sobre lo que le pasaba a Monse, que se reía de ellos y ya no quería jugar con ellos en los recreos
En segundo grado, algo pasó después de las vacaciones. Ambos son hijos únicos. Ambos decidieron que son hermanos. Monse y Pato se sacan la misma nota. Monse llora y Pato la consuela y se queda con ella en el aula mientras llora.
A Monse y a la mamá de Monse les cuesta la mate. Le ofrecemos que vengan a la casa cuando quieran a estudiar Mate. No ha habido día que Pato no pregunte cuándo vienen.
Monse le preguntó a la mamá si uno se puede casar con un hermano. La mamá- como yo- le respondió que los niños no se casan.
El otro año revolverán los grupos. La escuela le pidió a todos los niños que escribieran de quién no se querían separar. Pato puso a Monse. Monse puso a Pato. Es prohibido contarle a los demás qué escribieron en los papelitos.
Anoche, mientras conversamos antes de dormir, le pregunto con quién jugó durante el día.
Con Monse.
Y a qué jugaron?
Ah, no, a caminar juntos por todo el colegio y hablar
de qué?
De la familia, de todo lo que vamos a hacer el día que venga a la casa… cosas de niños. Ella me da la mano y yo le doy la mano a ella.
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