No lo tenía presente, pero a la vez sí.
Eran imágenes repentinas, a blanco y negro. Retazos de noticias. Sonidos. Polvo y viento.
A esta hora se empezaron a oír los aviones. Luego el bombardeo. El polvo, los gritos, el silencio. El temor.
Pato y yo almorzamos juntos, vamos a una cita en la psicóloga, vamos a buscar un regalo de cumpleaños para un amiguito que en diciembre regresa a Alemania solo con las maletas.
Ahora le gusta sentarse adelante y conversa todo el tiempo.
Entre los dos lo planeamos y llama al abuelo y le dice:
-Waweli, sabes qué?
-qué?
-El pueblo
unido
Jamás será vencido
Te quiero mucho
No pregunta más sobre la fecha. Lo he oído explicar antes lo que pasó, el golpe, los militares quitaron al presidente, mis abuelos tuvieron que huir, mi tía Dani nació allá… enredando el orden, inventando datos.
Lo que sí tengo claro es que sus ojos claros nunca han visto el cielo entristecido por la traición y que aquel día de verano, frente a La Moneda, cuando le conté entre lágrimas lo que había pasado, le quedó grabado.
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