Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

En el nombre del padre

desde la isla de


El señor del parqueo me dice “Que Dios la acompañe”. Probablemente se lo dice a todo el mundo. Pero me hace sentir bien que me lo diga. Le doy las gracias.

Escucho en un podcast a un arzobispo reciente de San Salvador, parafraseando en un discurso las palabras de Monseñor Romero: “En nombre de Dios, alzo mi voz por este sufrido pueblo salvadoreño y les digo: Alto” . En este caso a la explotación minera. Se prohibió en El Salvador en cualquiera de sus formas. Se me salen las lágrimas.

Dando vueltas en el Registro, porque siempre me pierdo, escucho una de esas canciones suaves y hermosas de misa. Los resabios de lo que dejaron los curas marxistas y los hippies católicos. “Estoy pensando en Dios. Estoy pensando en su amor” Me la sé de memoria aunque nunca me la aprendí. Me gusta. La canto en silencio.

No es fácil dejar perdida una educación religiosa aunque haya sido forzada. Pero es mucho más difícil rescatar las cosas que sí aportó y que me importan.


Gotitas de lluvia

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