Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

En el cine

desde la isla de

Antes de la pandemia, Marce y yo íbamos al cine casi todas las semanas. Con el Covid, Pato y el streaming, simplemente dejó de pasar y la vez que Pato y yo nos escapamos al cine, nos dio Covid.

Ayer fuimos a ver Garfield, que me dejó con la fúnebre sensación de un porcentaje importante de muerte neuronal. Animada por computadora, doblada, aburrida, con escenas de miedo poco apta para niños e insulsa.

Pero ahí fuimos con nuestras palomitas gigantes y slurpees de sabores artificiales y, por supuesto, sin mascarilla.

Pato se terminó tomando el mío y el de él. Y sus palomitas dulces. Completas.

Tal vez por eso pasó toda la película como si tuviera hormigas en el poto. De un lado a otro, se movía, se acomodaba, levantaba el brazo del asiento, trataba de acostarse encima de mío, se ponía la suéter, se la quitaba, se metía en la mía, se la quitaba y así, acabando poco a poco con lo que me quedaba de paciencia.  Cada vez que le preguntaba si le pasaba algo, me decía que no, que tal vez quería ir al baño, pero todavía no, etc.

Es difícil esto de dejar la crianza de tough love de lado, sobre todo si es lo único que he conocido y que me parece que funciona. Es más difícil encontrar formas alternas de decir las cosas y no enojarse. No dejar salir lo que uno piensa. Controlarse.

Si lo logro al trabajar, no debería haber motivo para no hacerlo en casa, menos con todo lo que Pato es para mí.

Entre la movedera y la película, me iba agriando como leche dejada al sol…

La película empieza con Garfield bebé, adorable, por supuesto, al que su papá lo deja abandonado en un callejón en una noche lluviosa. Le dice que regresará y no lo hace. Garfield, hambriento, se acerca a un restaurante italiano donde conoce a John, que se lo termina llevando a la casa.

Pato siempre juega a ser el perrito Arcoiris, que estaba abandonado y alguien lo encuentra. El le dice que no tiene mamá ni casa y está dispuesto a que lo adopten. Más que juego, es una dirección estricta, porque para cada línea de diálogo, acción, etc, Pato da una instrucción clara: Digamos que entonces tú te asomabas debajo de la mesa y encontrabas a Arcoiris dormido y le decías que si quería tener mamá…

Pero luego, en la película, el papá de Garfield vuelve a escena, le salva la vida a su gatijo, le explica que siempre lo quiso, que nunca lo abandonó, que solo fue a buscar leche, que podía ser un rufián pero que cada domingo lo iba a ver de lejos, desde el árbol de frente a la casa para por lo menos confirmar que está bien, dejando una marca en el árbol que, al final, termina todo rallado.

Hay una escena particularmente dura, del gato papá sentado en una acerca, con el bebé en los brazos. Llueve y todo está gris. De todas partes los echan, estorban a todos y tienen hambre.

Al final, el papá de Garfield se incorpora a la familia, a la casa y a las fotos de todos juntos

Los paralelismos con la historia de Pato me tenían tensa, molesta. Debí haber revisado el argumento de la película antes de aceptar ir a verla.

Pato me volvía a ver en cada una de esas escenas o al menos eso me parecía. Yo no le decía nada porque en el cine no se habla. Todo el mundo sabe eso.

Cuando salimos, como siempre, le pregunté qué le había parecido la película.  Hubo un silencio largo. No quise presionar

  • Sabes, mama? Me costó mucho quedarme quieto todo ese rato tan largo

Gotitas de lluvia

Una respuesta a “En el cine”

  1. Avatar de Gabriela
    Gabriela

    Lo importante es que están juntos, que no falta amor, que él los tiene a ustedes y que él los tiene a ustedes.

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