El jueves vi al Patán y, de repente, ese roble que es él, se veía marchito.
Lo vi varias veces para confirmar. Es cierto, ha envejecido, como cualquier ser humano, pero se veía mal. Mal.
Pensé en preguntarle directamente si se sentía bien. Noté que estaba sin rasurar. Lo regañé por eso.
Hoy hablé con el hijo y me animé a preguntarle si el Patán está bien. Le conté lo que vi. Traté de que no escuchara mi miedo.
Me tranquilizó saber que fue que andaba de goma, culpa del futbol. Me aseguró que ya el viernes estaba repuesto. Que no me preocupe.
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