“Hoy hubiera cumplido 49 años”- me escribe mi mamá en un mensaje de texto.
Como si nunca hubiera olvidado la fecha. Hace poco más de un mes me pidió que lo buscara en el registro civil, porque algo le decía que esa fecha era importante y no recordaba porqué: el nacimiento y la muerte, 10 horas después, de su segundo hijo, mi hermano.
Nació antes de tiempo y con alguna condición que en esa época no se podía tratar bien. El médico advirtió que si sobrevivía, quedaría con daño cerebral o retraso. Eso pasó 4 días antes de que mi papá cumpliera 32 años y poco menos que seis meses antes de que él también muriera de un ataque al corazón.
Leo el mensaje y pienso si de verdad le dolerá. Seguro que sí. Me ha tocado ver de cerca, antes y ahora, el dolor de una madre de perder un hijo.
Pero luego pienso en lo que vendría después si él- Manuel de Jesús- hubiera sobrevivido. Una viudez con dos niños pequeños, uno de ellos discapacitado.
Con esa carga, difícilmente se hubiera podido casar de nuevo y quién sabe qué nos habría pasado.
Y si lo hubiera hecho, pienso en mi infancia, en sus dolores y silencios. En ella y cómo siempre le huyó a la maternidad, lo molesto que resultaban sus hijos, las veces que me quedé esperando que me defendiera o me consolara y pienso que, de verdad, Manuel, lo mejor que te podía haber pasado a vos era morirte.
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