Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Puertas

desde la isla de

Cuando apareció el mensaje en la pantalla, no sentí nada. Llevo meses pensando si la medicación me tiene muy aplanada, o si es la menopausia.

Duré mucho en contestarle. Hubo un intercambio lento, forzado. Prensé en todas las veces que yo he estado al otro lado, recibiendo esas respuestas cortas y parcas, sin entender o sin querer entender que no me querían hablar, ni alargar la conversación, que me respondían por una combinación de educación y curiosidad, de letting her down gently,

Es tan ajena a mí, esta sensación de no sentir nada, más que un poco de rechazo mezclado con pereza.

Solo me preguntó de mi trabajo. Nada de mi vida. No quise sonar como la señora ofendida, diciéndole que estaba casada y con un hijo. No voy a compartir con él las cosas que son fundamentales para mí.

Han pasado demasiados años. Recordé algunas cosas, pero nada que anhele o quisiera volver a vivir. Me da lástima y pena esa que era yo en ese tiempo. La vez que lo llamé 16 veces seguidas. Las veces que le rogué. Las veces que me despreció. Siempre me sorprende lo que está dispuesto a aguantar un hombre por coger. Porque amor no había y eso lo tenía claro yo.

Me sorprende que crea que aun podría haber algo. Las células de mi cuerpo han cambiado por completo cada 7 años de esos más de 20 que llevo sin verlo y sin hablarle. Yo he cambiado muchas veces más.

No hay espacio. No hay nada que abrir. No hay puerta. Ni siquiera se cerró ni se tapió. Desapareció. No hay ni siquiera una pared, ni una sombra.

Dejame en paz. No me interesa.  Ni mantenerme en contacto, ni ser tu amiga. Nada


Gotitas de lluvia

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