Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Islandia: Cosas que aprendí

desde la isla de

  • Phetta reddast.  “We will get there”.  El lema nacional islandés. Algo así como “Todo va a salir bien” y si no sale, pues seguimos intentando. Alguien dijo que era como un optimismo infantil. Y que cuando las cosas no salían, como suele pasar, igual decían, mañana será mejor. Alguien más dijo que era como la mentalidad de un elfo.

Yo creo que cuando vivís en condiciones tan agrestes, es como cuando tenés cáncer. La única opción es creer que todo mejorará, porque creer lo contrario solo te hunde más.

  • Amex es una mierda de tarjeta. No la aceptaron en ningún lado. Nos decían que los cargos eran muy altos o que simplemente costaba mucho que los datáfonos la recibieran.

Acepté una nueva versión de Amex solo para usar los VIPs de los aeropuertos. Por temas de horarios y terminales no usamos ni mierda.

  • Llevé de paseo las meriendas que preparé. Las de semillas y pasas, las boté llegando a NY por temor a que me las quitaran y en Islandia, vivimos a punta de papas, chocolates y palomitas de maíz.
  • Creo que me gusta más esa opción de vivir con poco o jugárselas con lo que hay. Una opción de mantequilla, jalea, ropa, pan y listo. Simplificar las escogencias, sin quejarse.

A la vez, la maravilla local de tener acceso a todo tipo de fruta y verdura llenas de sabor. No hubo una sola ensalada que comiera allá en que la lechuga o la parte verde no estuviera ya malladita, pero había que sacarle provecho y me la comí.

  • Ser flexible me sirvió y me gustó. Todos los días probé algo nuevo de comer. No me estresé cuando se cerraron caminos y tuvimos que modificar el plan. A un guía español le escuché decir en una gasolinera que el itinerario es más una sugerencia que una obligación, que rara vez se logra cumplir. No tuve un solo ataque de pánico, salvo algunas intentonas en esos momentos en que por la nieve y el viento quedábamos envueltos en un ambiente totalmente blanco.
  • La carga de la maternidad es real. Me encargué de comprar ropa y zapatos de invierno para todos, jackets, bolsas especiales para guardarlas, acomodar todo en las maletas, llevar botiquín, comprar calentadores eléctricos y de automárticos para manos y pies, etc y nada de eso me lo agradecieron, como dando por sentado que yo me encargaría de todo. No me gusta que ni siquiera me reconozcan mis esfuerzos o mi creatividad o cómo esas cosas facilitaron todo.
  • Creo que sí me gusta la naturaleza así como la vi, en su versión salvaje, sin estar rodeada de trampas de turistas. Me quedé pensando que nunca había visto focas o cisnes en su ambiente natural y la sensación es distinta. De alguna manera Islandia es un enorme parque nacional, donde uno simplemente llega y observa y la cultura de no rompa, no robe, no ensucie, no moleste es sumamente fuerte. Los paisajes se quedan en la retina.
  • Creo que tengo un prejuicio con los chinos o en general con los turistas asiáticos. En una de las cuevas, cuando quedamos en oscuridad total, empezaron a hacer ruidos de fantasmas y sentí que los quería matar, por la forma en que eso asustó a Pato y a otros chiquitos de su edad. Me molesta cómo se comportan, lo pushy que son, lo molestos. Pero también podría ser racismo.
  • Me gustó la nieve. Pero allá. En esas condiciones. Sin exposición prolongada.
  • Costa Rica es exageradamente caro y no ofrece ni la mitad de la experiencia que ofrece Islandia. Es una estafa. O será que la conozco por dentro y entonces tengo clara la cosa.
  • Nunca más oveja sintética gringa. Si viajo de nuevo al frío, lana, y de verdad. De la que sí calienta.
  • Siempre tengo estas ideas fantasiosas. Por ejemplo, de escribirle a Diana Uribe, que sí lo hice, contándole que gracias a ella vinimos a Islandia. O de escribirle al depto de turismo de Islandia, diciéndoles que escribí una crónica de la visita y que la leen y que les gusta… hasta que los busco en internet y son lo más de pascos y recuerdo al guía que nos dijo que el islandés couldn’t care less about the tourists. Y debe tener razón. Así que esa parte, abortada.
  • Quiero saber más. Tengo lista de libros que leer. Despulgaré Netflix para ver todo lo que sea islandés.
  • Viking se dice en islandés así como suena en español. No “Vaikin”
  • Hay cosas que mejorar con Pato. Cosas que son mis propios defectos. La forma en que maneja el enojo, la forma en que responde cuando está molesto o cansado, su desafío a la autoridad en general.
  • Quisiera regresar. Ver lo que me faltó. Ver Akureyri en verano. Tal vez en el futuro, si regreso a Europa, pueda parar allá unos días, porque no hay carga adicional a la tarifa aérea. O tal vez si mis amigos se antojan de ir y vamos todos juntos. O en sueños. Islandia se quedó en mi corazón.

Alguien me dijo que me fui tanto tiempo, que más que viaje, parecía que me había ido de intercambio y que porqué no me iba a vivir allá. Le respondí citando al ídolo, a Juan Gabriel: “No me provoquen”


Gotitas de lluvia

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