Pasamos en la carretera casi todo el día. Desde un amanecer con 2 metros de nieve, escolta en la montaña, parajes completamente blancos a un poco de sol conforme nos acercamos al sur. La nieve la retiraban incluso con bajop.
Llegamos justo a tiempo a un tour de una caverna de lava. No me hizo nada de gracia bajar 150 metros (y me fue peor de regreso, me quedé sin aire), en un lugar heladísimo, en oscuridad total, con temor a que temblara en cualquier momento y tratando de calmar a Pato que lloraba e insistía que no quería ir. Al menos ahí abajo lo único que está vivo es una bacteria que crece como el moho. No hay murciélagos en Islandia porque es muy frío.
Al final no me fue tan mal. No hubo que gatear ni arrastrarse y hay buena infraestructura, plataformas y pasarelas por donde se recorre cómodamente la cueva. Pero no es algo que repetiría.
Así que mejor me dedico a lo que dejé pendiente de lo que aprendí en el tour de la aurora boreal:
- El guía nos dijo que estamos locos, pero que solo así realmente se puede conocer Islandia. Que ir a Reijavik o y/o a la laguna azul no es conocer Islandia.
- La mayoría de los islandeses tienen una casa de verano, una casita sencilla, de tres cuartos, con un jacuzzi de agua caliente. Eso no puede faltar.
- Se precian de ser libre pensadores y respetar la forma de pensar de todos los demás. Así que la vacuna nunca fue obligatoria, salvo si querían viajar. Igual los impactó mucho la pandemia.
- Aquí viven 150 mil extranjeros. Solo tienen 1000 policías. No tienen ejército.
- Las familias tienen de 6 a 7 hijos, un promedio altísimo para Europa.
- Aunque oficialmente se dice que los Nazis no invadieron Islandia, sí hubo un naufragio durante la segunda guerra mundial en los fiordos del este de un barco alemán. Y se sabe que muchos sobrevivieron porque en ese pueblo hay varios Adolfs y Heindrichs, nombres que no son para nada comunes en Islandia.
- Hay rotondas por todo el país y funcionan al revés que en Costa Rica respecto al derecho de vía. En todo caso, los islandeses son bien animales para manejar.
- Todo el país huele a pescado, así como en CR huele a fritanga o a pollo de bombillo. Comen con muy poca sal y en general, pocos condimentos.
- La ropa de invierno aguantó. Yo hubiera querido tener una suéter (no traje ninguna), pero la ropa interior larga, las chaquetas triple efecto y el sombrerito y guantes que compré localmente, me mantuvieron no caliente, pero sí cómoda. Los pies los sentí fríos pero no helados. Todo superó su prueba más brava.
Ahora sobre Akureyri:
- Frente al hotel había una librería enorme y maravillosa. Aquí el tema de la traducción y la imprenta debe ser un buen negocio para alguien, porque todos los libros de moda y locales están impresos en islandés. Y se venden, porque por el clima, la gente lee mucho.
- Los semáforos tienen sus luces en forma de corazones.
- Los locales (Aureyrisenses) son conocidos por ser muy amistosos y buena gente.
- Tienen 7 meses de invierno (nieve).
Y como la grieta que está cerca del aeropuerto sigue supurando lava, nos cancelaron el tour a la Laguna Azul. La verdad, mejor. Estamos agotados, y además, no me hacía nada de gracia eso de bañarse en pelotas con vigilancia antes de ponerse el vestido de baño para meterse a las termales. Para esa gracia, voy a Tabacón donde sí me tratan como una reina.
Mañana me dedicaré a recorrer el pueblo antiguo de Reijavik y comprarme algunas cositas, que ya me di cuenta que aquí están más baratas que en el norte y que allá arriba me estafaron, como siempre me pasa. El jueves, regresamos a Costa Rica.
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