Por tercera vez me encuentro con el alemán enorme. El debe estar tan harto del frío como yo, porque ya ni me alza a ver. Al menos el desayuno aquí en el fiordo sí tenía cosas calientes. Veo el aceite de pescado que ha estado en todos los desayunos y me prometo que en algún momento haré la maniobra islandesa de echarme un shot a ver si no me vomito.
Los fantasmas me quedaron mal. No se aparecieron. Pato ya pasa por el túnel que une los dos edificios del hotel sin asustarse. Recrearon los camarotes de un barco pesquero francés, con maniquíes incluidos, que hasta a mí me hacen sentir incómoda. El piso es irregular, como recordando la sensación de un barco y hay una grabación de sonidos de mar.
En fin, todo listo y empacado para seguir al norte y la recepcionista checa nos informa que anoche cayeron 20 cm de nieve, que no hay paso, que la policía nos devuelve, que es peligrosísimo, que así va a quedarse 2 o 3 días. Que si queremos nos podemos quedar ahí, pero que no hay nada que hacer porque todo está cubierto en nieve y además cerrado y ella opina que en los fiordos no hay nada que hacer porque solo hay pescado…que es mejor volver a lo que ella llama la civilización.
Después de una hora de conversar con los agentes de viaje, nos recomiendan volver a Reikjavik, que es una manejada de 10 horas. Pasaremos la noche aquí y mañana subimos por el otro lado a Akureyri, ciudad que queda en el círculo ártico. Son otras 8 horas manejando.
La recepcionista checa le va dando las mismas noticias a todos. Y a alguien le dice que esta isla le ha enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, así sean solo 10 minutos de sol, porque nunca se sabe cuándo cambian las cosas.
Al inicio del camino, sigue nevando. No se ve la carretera de la cantidad de nieve y cuando se ve la calle, los hilos de nieve parecen culebras. Me recuerdan a Silvio:
Sueño con serpientes
Con serpientes de mar
Con cierto mar de serpientes sueño yo
Blancas transparentes
Y en su barriga llevan
Lo que pueden arrebatarle al amor
Oh. Oh Oh
La mato y aparece una mayor
Por ratos se hacen ventiscas, remolinos a los lados. Cosacos blancos que giran y giran sobre su propio eje.
Nos paran varios carros, como quien para un taxi, a preguntarnos por los caminos y a todos les decimos que es imposible pasar y todo lo que nos dijeron en el hotel.
Hacemos todo en reversa y sigue siendo igual de impresionante que la primera vez que lo vimos.
Pasamos a almorzar a Höfn, pero muchas cosas están cerradas por la Pascua. Aprovechamos un super abierto por si acaso mañana no encontramos nada más. Parece que es el super oficial del pueblo, porque está lleno de gente que solo habla islandés.
Son altos, muy blancos, rosaditos. Tienen los ojos achinados, como los de Björk (que es islandesa también), usualmente muy azules. Hay algunos rubios, otros no tanto. La mayoría habla inglés.
El super es una especie de centro agrícola. Además de las cosas de super- que no tienen esa variedad maniaca de los supers gringos- hay una sección completa de venta de lana, cosas de granja, mascotas y bazar.
Hay tres picos que parecen tres gnomos abrazados y el hielo que les cuelga, su barba blanca. Hay un risco que parece un mascarón de proa, una mujer que se lleva los brazos al pecho mirando al mar.
Pato se porta como los grandes. No se queja. Va inventando juegos. Canta. Cuenta historias. Se duerme por ratos. Aunque le he dicho que por favor avise apenas tenga ganas de orinar, no lo hace y tiene que salir a -4C a orinar a la orilla del camino.
Al fin llegamos a Reijavik. Estamos en otro hotel, en el centro histórico de la ciudad, en una especie de buhardilla donde la verdad, estamos muy cómodos. La recepcionista es española y se alegró, sinceramente, de hablar español con alguien más.
Ya hay que lavar ropa. Hay que ver dónde encontramos un laundromat.
Tenemos pendiente probar los perros calientes de aquí, que son muy famosos. Estos se compran en las gasolineras, que tienen mini super, baños muy limpios y además venden sopita.
Marcelo ha estado muy enfermo. Amanece todos los días sin voz y pasa con una tos molesta, seca, y comiendo confites especiales para la garganta. Claro, el viento y el frío no ayudan. En Islandia hay un dicho: los turistas o agarran un pez enorme, un islandés enorme o una gripe enorme. Check.
En todo caso, creo que ya nos aclimatamos porque siento calor por ratos.
Mañana seguimos: Akureyri, las ballenas, los frailecillos, una cueva de lava y la ansiada aurora boreal.
Deja un comentario