Empezamos segundo grado. La maternidad tiene eso que veo a Pato y me parece que siempre ha estado así, como está ahora, y me cuesta recordar/revivir cuando era un bebé, cuando lo fui a dejar a su primer kinder, cuando entró a esta escuela.
El va feliz, con su uniforme nuevo. Esa talla 10 creo que no le alcanza para todo el año.
En la tarde, nos cuenta con tristeza de un compañerito que tiene que repetir primer grado. Pobre Maxi. Nos explica que no aprendió a leer ni a escribir.
Cuando entran los primeros grados, los de segundo les hacen una bienvenida, en un acto cívico, cantan, les hacen un arco con las manos, es muy emotivo.
El grupo de Pato no puede participar en el arco, porque Maxi debe repetir y se podría sentir mal.
Ha pasado hablando de Maxi todo el rato.
Yo pienso más en su mamá. El año pasado se desvivía en el chat tratando de darle seguimiento a tareas pendientes. Varias veces por error me escribía directamente para encontrar luz en medio del caos.
Me imagino su dolor y su sentimiento de derrota por no pasar primer grado, que se supone que es tan fácil.
Y pienso en Maxi y cómo se sentirá hoy en ese acto cívico, sabiendo que ya lo vivió el año pasado y que ahora debe volver a lo mismo. De ver a sus compañeros en segundo. Si entenderá cómo esto marca su vida escolar y académica.
A Pato le digo que tal vez es lo mejor para aprender bien.
En mi corazón, se agitan las alas de un pájaro horrible, recordando la reunión en que nos pidieron que lo sometiéramos a una valoración, que no avanzaba, que podría ser que tuviera que repetir.
Pato recibió atención inmediata, clases, valoración y salió adelante. Pero podríamos haber sido nosotros.
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