Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

La secta

desde la isla de

Soñé que vivía en una zona rural de Estados Unidos. Campos y maizales.

En una de esas fincas, un grupo de gente que se veían como vikingos, preparaban una celebración anual, donde ponían a las mujeres desnudas, una sobre otra, en diferentes grupos. Los hombres les saltaban encima para violarlas. Creo que fue porque leí ayer relatos de la Guerra de Bosnia.

Había una que se escapaba a tiempo y llamaba a algo como SWAT o FBI porque caían sobre la celebración como un enjambre y desde el cielo les dejaban caer un polvo rojo que era como Napalm. Todo lo quemaba.

Quedo un campo desolado y rojo y las personas que sobrevivían caminaban aturdidos por la carretera, rojos, todos ellos, su ropa, su pelo.

Yo no era yo y vivía en una casa con un hermano, una mamá y con Pato.

A Pato lo llevábamos a una escuela pública a ver si le gustaba y decidir si iría ahí o a una escuela privada. La mamá salía por ratos largos y personas extrañas llegaban a tocar la puerta y a tratar de entrar. Una quería devolver algo que le había comprado a la mamá. Otros eran sobrevivientes rojizos que gritaban para entrar. Otro solamente abría puertas o ventanas y dejaba sus zapatos para decirnos que podía entrar cuando quisiera.

Solo yo sabía que el polvo rojo era dañino y cada vez que veía un punto rojo, lavaba todo, cerraba ventanas, prendía extractores.

Pato jugaba en el patio de al lado con dos niños que habían recogido esa extraña tierra roja. Lo bañaba de inmediato. Los carros pasaban por el terreno rojo desolado y encontraban animales fantásticos, deformes, producto del ataque.

Era tensión, intriga, suspenso, miedo. Era como una película de Stephen King.

Pero dormí mucho y bien. Sentí que estuve por horas en vigilia, dormida pero consciente, flotando, como cuando uno ya casi sale de la anestesia.

Cuando me desperté recordé que ayer llamé a mi mamá y estaba atontada del funeral y entierro de su hermana. Siempre fueron ellas 4. Entre las cosas que me dijo es que se afectaba mucho en funerales “porque le recuerdan a Alejandro”

Entendí que para ella y para mí la muerte de Alejandro fue el día que se apagó el sol. Pero para ella, ese sol sigue apagado.


Gotitas de lluvia

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