Soñé que tenía que ir a negociar una pensión alimentaria con un abogado que se llamaba Antonio Lähderman, que tenía su escritorio en un auditorio de una clínica grande de la CCSS. Iba a nombre de Gaby, que no podía ir ese día.
El escritorio era de esos antiguos de gobierno, de metal y de madera, pesado. Detrás de su silla estaban sus títulos. Yo quería saber de dónde venía su apellido. Porqué estaba ahí. Pero no pregunté.
Mientras él hablaba con la señora, yo me iba a dormir en una habitación que me asignaron. Tarde en la noche llegaron a buscarme y en pijama me fui a negociar con la señora y el abogado. Quise llamar a Gaby, pero el abogado insistía en que no era necesario.
Ella me explicó que el cliente que yo representaba pagaba solo 11 mil por la niña pero que ahora a ella, la madre, le habían asignado 350 mil más. La niña tenía un nombre impronunciable por escrito pero que se decía muy sencillo. La negociación era sobre cuánto había que pagar y en cuánto tiempo. Llegaron más personas a la mesa, estudiantes que querían aprender.
Y perdíamos el hilo de lo que estábamos negociando, para hablar de colegios, experiencias, sueños. Yo les decía que ir a un colegio privado te exponía a ver cosas a las que nunca tendrías acceso. Que si de mi dependiera me iría a vivir a Europa y pasaría visitando un pueblito diferente por día, hasta en África. Pero que no podía.
Iba entrando más gente al auditorio. Se pasó una fiesta de la institución al auditorio. Señores mayores, a punto de pensionarse, peinados altos, señoras gordas pero felices. La orquesta. Bailaban precioso en el espacio del auditorio.
Una de las estudiantes me animaba a ir a preguntar al conjunto si se sabían Yo te amo, de Sandro, para cantarla en Karaoke. Y me decían que sí. Desde el micrófono principal saludaban a Antonio.
Me quedé en el momento en que me di cuenta que me fallaba la voz y que no me saldría la canción con el sentimiento que necesitaba.
Deja un comentario