Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El té

desde la isla de

Este, en particular, me sabe a mañanas frías en Santiago, a pan calentado al fuego del gas, a aire helado, a ciudad que despierta. A la necesidad de sostener la taza con las dos manos, a marraqueta con queso mantecoso del Sur, o mantequilla o mermelada.

Al sol que apenas se asoma atrás de la Cordillera. A calefón encendido. A bajar corriendo las gradas y salir a la calle, a la necesidad de ir a la Plaza y ver otra vez La Moneda y caminar por cualquier calle del centro entre sombras y rayos de sol.


Gotitas de lluvia

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