Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El amor de mi vida ¿has sido tú?

desde la isla de

Después del día de infierno, después del momento en que se solucionó lo más grave, casi que mágicamente, me entró un sueño inmanejable. Toda la adrenalina me drenó, más las dos gotas calmantes, me hacían sentir que me quedaría dormida incluso caminando.

En la casa de mi mamá me dormí dos horas, cosa que nunca me pasa ahí porque siempre paso alerta y en guardia ahí. Tal vez fue porque Pato se acurrucó a la par mía y eso me dio paz.

Sabía que la noche sería distinta a la anterior, donde me desperté 3 o cuatro veces, a pesar del calmante y con la sensación inminente de peligro y desgracias. No recuerdo lo que soñé esa noche, pero sí la angustia, la taquicardia, el miedo.

En la segunda noche soñé con él. Una variante de lo que siempre sueño cuando es él quien aparece. Pero no importa. Siempre que sueño con él me siento protegida, resguardada, a gusto, segura, querida.

Soy de él y a su disposición, donde sea que ocurra. Me preocupo por él, lo atiendo y luego me recuesto en su pecho. A veces conversamos, a veces bailamos, a veces comemos o lo acompaño a eventos y cosas. No me importa que la gente sepa que soy su amante. No me importa que sean o no conocidos. No me da vergüenza. A él tampoco. Y su sola presencia le calla la boca a cualquiera que juzgue.

No me importa tampoco saber que está casado o que hay otras. Mientras yo sea la más importante, la principal, la propia, lo demás no existe.

Sueño así con él desde que lo conozco.

No tengo que ser fuerte, ni independiente, ni resolver nada. Para eso está él y yo deposito, en el sueño, toda mi confianza. Puedo ser vulnerable, caprichosa, chineada, dejarme llevar. Puedo tener miedo, puedo estar frustrada, puedo bajar defensas. El me da contención, no explicaciones. Es el arquetipo del proveedor de la primera mujer débil de la historia. Freud diría que es el simbolismo de una figura paterna. Sí, pero incestuosa.

Hay un componente sexual en todo esto. Siempre. Intenso. Lo siento en el cuerpo, aunque en el sueño no aparece más que un beso, una caricia, un abrazo.

La calidez de su voz, sus manos enormes. Sus ojos. La forma en la que me ve y me habla y me sonríe.   

Las cosas que me cuenta y le cuento, que no las sabe nadie más. No hay fronteras. La complicidad. La cercanía. La forma única y especial  en que nos conocemos uno al otro.

Como en la vida misma.


Gotitas de lluvia

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