Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Aftermath

desde la isla de

El día antes, un evento sin gracia me advirtió que podía haber un error en las notificaciones de los juicios. Por curiosidad, empecé a revisar los más recientes y en efecto: el sistema judicial decía que el correo señalado no funcionaba, cuando tenía que funcionar sin problemas.

De inmediato cambié el lugar de notificaciones en todos y revisé, para confirmar que gracias a la lentitud del sistema, en un caso todo había avanzado bien, en otros sí funcionó el correo.

Esa mañana íbamos los 3 para una valoración larga, que ya me había generado estrés y tensión toda la semana. Sentí los músculos encogiéndose y el dolor de su contracción y estiré antes de que se quedaran fijos en una posición extraña.

Con el caso más grande, me sentía confiada. Pero empecé a llamar para que me dieran acceso al expediente y empezó la pesadilla. Los teléfonos les fallaban. De la casa al lugar de la valoración llamé 27 veces. Lo sé porque el teléfono las cuenta. Igual que en las pesadillas.

Cinco minutos antes de entrar a la cita, ingresé al expediente. Leí lo peor: se tiene por no contestada la demanda por no haber cumplido con una prevención de una traducción de documentos de prueba. La pesadilla seguía.

Me empapé en sudor en unos segundos y percibí mi olor a miedo. Me dio diarrea. Dije en voz alta “Me van a matar”. Un ataque de pánico, pero sin llanto ni gritos. El cuerpo me temblaba todo, a intensidad baja. Una vez más la vida cambia en un segundo

Le escribí al cliente diciéndole que tenía malas noticias, con un breve detalle y prometiéndoles pelearlo a muerte, pidiéndoles que suspendieran el pago de mis honorarios hasta solucionar el tema. Yo cubriría las traducciones.

Nos llamaron a la sala de espera. Llamé a mi amiga que me dio la mano de la mejor manera: la valoración es secundaria porque no va a cambiar nada en tu vida, sé que estás aterrada, pero hay que ponerse en modo ninja y ver cómo resolvemos esto. Acordate que me pasó algo parecido y se arregló. No todo está perdido. Estoy tan angustiada como vos pero si no te llamo al orden, nos vamos las dos por el precipicio.

Llamé a mi amigo. Ayudame que me hundo. Yo sé que no me podés arreglar este problema, pero necesito que me digás algo para no sentir que me muero. No sirvo para nada

El médico me debe haber visto desencajada, disasociada, pálida y verde al mismo tiempo. En las pausas, revisaba desesperada el código, en la incomodidad de hacerlo en pantalla y no en la mano. Empezó a entrar un poco de lógica en el asunto: parecía un error del juzgado y podía, al menos, pelearse.

Aferrate a que se puede pelear”- me dijo mi amigo- “Redactá despacio y con calma”

Yo, que sé tan poco de procesal. Yo, que nunca he hecho una casación y menos la he ganado. Yo que tengo la culpa de lo que pasó. Que no sirvo para nada. Tendría que haber revisado los expedientes cada semana, confirmar que tengo acceso, no ser tan confiada en el sistema.

También revisé jurisprudencia, como en aquellas noches del mes de la peor crisis de ansiedad que he tenido cuando leía sobre notificaciones porque no podía dormir. Confirmé que no todo estaba perdido. Que aun había esperanza.

Pero qué esperanza podía haber de alguien tan descuidado como yo, tan inútil, tan mala en lo que hace profesionalmente. Ya no soy la de antes, después de la quimio no tengo todo presente a la vez en la cabeza. Se me fue, se me fue, se me fue…

Pensé en llamar a mi profe de laboral, sabiendo que a veces no contesta y que eso alargaría la espera. Pero me contestó y hablamos y fue un caballero y me recordó que los jueces son seres humanos, que es un error, que yo tenía razón, independientemente de lo que pasó con la notificación. Me confirmó que iba por buen camino, volvió a ofrecerme trabajo, me recordó que soy brillante.

Pasé por el resto del día como una autómata. El cliente me mandaba mensajes en medio de reuniones que le contestaba a medias, solo aumentando la angustia. De camino a terapia física los llamé y logré hablarles sin que me temblara la voz. Ellos también son abogados. Ellos también me decían que era evidente el error, hablamos de las posibilidades de éxito para revertirlo, del peor escenario, de qué podríamos hacer. Me agradecieron haber sido así de transparente, de llamarlos de inmediato, que era mejor pasar el miedo juntas que si se los hubiera ocultado.

Mientras me hacían masaje logré llorar, apenas un poco. Pensé en que prefería estar otra vez con quimio. Pensé en mil futuros muy oscuros. Pensé en un retiro anticipado, aunque eso signifique quedarme sin ingresos. Pensé en mi reputación, en si esto le pasaría a otras personas pero que nunca cuentan lo que pasó. Pensé en qué cosas hay a mi nombre, si el cliente me cobraría esto. Pensé, por primera vez en muchos años, en morirme, pero de verdad. Perdí dos kilos en un día.

A las 10 de la noche subí los recursos. Mi redacción inicial había sido un asco. Logré mejorar el nivel y la claridad.

Dormí con calmantes y sin embargo me desperté varias veces y sé que tuve pesadillas.

Me desperté más tranquila y decidida a ir a hablar al Juzgado. Otra vez la ansiedad, el sudor, el dolor de estómago, el miedo, el temblor en el cuerpo, la voz llorona. Dos gotitas más a ver si acaso.

Había una persona antes que yo. Casi me desmayo tratando de respirar hondo mientras esperaba que me atendieran.

La auxiliar era una señora mayor, le falta poco para jubilarse. Tenía preparado un discurso en la cabeza y apenas abrí la boca le dije Viera lo que me pasó  y le conté las últimas 24 horas.

Era, además, una persona compasiva. Usted como abogada sabe que eso es imposible, que no le pueden rechazar la respuesta a la demanda por eso, verdad? Sí, pero imagínese el susto y teníamos una valoración y yo… Ya puso los recursos? Ya hice todo lo que podía haber hecho. Pero quise venir y explicarlo y asegurarme que todo esté en el sistema.

Revisó el expediente y vi cómo se le marcó una sonrisa. No puedo decirle nada porque aun no está firmado, pero ya lo arreglaron. Vio? No se preocupe. Vaya tranquila. Descanse. Duerma un poquito

De inmediato cesaron todos los síntomas. Avisé a todos los que me habían ayudado. Avisé al cliente. La crisis más fuerte de ansiedad que he tenido en los últimos años. Ni siquiera con el cáncer fue así.

Sé que los ataques no fueron más intensos porque estoy medicada. Sé que no pude llorar lo que necesitaba llorar por lo mismo. Y que fue por eso que logré ir a una reunión, hacer una llamada, seguir funcional y no terminar hecha un puñito en el piso.

La medicación funciona. Y sea la razón que sea, en mi caso, sin ella sufriría mucho, por la forma en que funciona mi cerebro. Así es y punto. La tomo por la misma razón por la que tomo la pastilla de la tiroides o la del colesterol. Sin la pastilla no hubiera podido razonar, escribir, conversar, pensar. Me hubiera paralizado y esto habría sido una tragedia.

Anoche dormí bien, descansada. Hoy en la mañana revisé el expediente y aun no aparece el documento firmado. Una parte de mí sabe que la tranquilidad real llegará cuando se firme y me notifiquen y todo siga como se supone que debe seguir. Antes de eso, tengo que estripar esos pensamientos intrusos, cucarachas malolientes que se atraviesan de pronto.


Gotitas de lluvia

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