El 2021 fue el año de sobrevivir. Toda la energía enfocada en eso. Solo en eso.
2022 el año de sanar. De dejar todo ir. De saber que era un año reservado para eso. Nada de competir. Nada de metas. Simplemente fluir. Aceptar los impactos del daño.
Por ratos me siento absolutamente plana. Tal vez sea momento de ajustar el medicamento. Pero veo pasar. Hay tantas cosas que no recuerdo. No sé si fue el medicamento o el trauma.
Pienso tanto en mi edad, en qué sigue, en a partir de cuándo estoy obsoleta, si me llegaré a dar cuenta.
No se me olvida el 31 de diciembre del 2019. El beso que le di a Pato pensando en lo que venía. La felicidad y la esperanza. Creo que quedé con miedo a los fines de año
2023. Tengo que empezar de nuevo. Quiero. En febrero compito. Pero todo es tan diferente.
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