Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

La quinta

Esta aplicación no parecía que me iba a pegar tan duro. Me equivoqué.

El martes pasé en llamadas sin descanso hasta las 6 de la tarde. Justo cuando el cuerpo está entrando en la etapa más débil por todo el acumulado de quimios, se me ocurre no descansar nada. Ya para el miércoles a las 9 de la mañana, necesitaba estar en la cama. Levantarme a comer me cansaba. Malestar general. Mareo. Debilidad. Y el miedo.

El jueves empezamos la pre temporada. Yo lo que llevo de carga es el cuerpo. Siento cada gramo y cómo me cuesta arrastrarlo en el agua, forzarlo a hacer lo que antes hacía. Me dediqué a hacer piscinitas individuales y aún así me agitaba.

En algún momento antes de las banderillas, recordé a Luis Carlos, con sus ojos claros y su cuerpote de oso. Recordé cuando empezó el segundo ciclo de quimio porque el cáncer había regresado. Y cuando su mamá contó que ese hombre enorme, que tantas veces me escuchó soñar, se le sentaba en los regazos, agotado, mientras le ponían la quimio. Vino una septicemia y Luis Carlos se fue.

En la noche Pato llora y me pregunta qué pasará cuando ya no nos pueda ver todos los días, si algo me pasa a mí, si yo me muero. Yo lo abrazo porque no puedo hablar del nudo que tengo en la garganta.

Mami, viste que Qué Bonito es una canción de alguien que se murió? porque ella dice qué bonito sería estar juntos otra vez y cantar como cuando cantaban juntos.

Jueves ando con ganas de llorar por todo. Pienso en lo bien que me vendría sentarme en algún regazo a llorar. En la falta que me hace un abrazo. En cuánto tiempo ha pasado desde que me han dado alguno. En como a nadie realmente le importa cómo me siento, en lo incómodos que los hace sentir siquiera preguntarme cómo estoy, en cómo insisten en que vea la parte buena. En el miedo que le tenemos al dolor y a la muerte.

Vuelvo a la sensación de toda la infancia: nadie me quiere. A nadie le importa. Nadie me chinea. Todos me exigen como si estuviera al 100%. Nadie es considerado conmigo. Vos, que prometiste no soltarme, ni siquiera me llamás y vivís ya en la post-pandemia. Para qué hablar con alguien que solo se queja?

Pierdo un cliente porque es un patán o porque yo fui descuidada y debí preguntar y no asumir. Da igual. El vacío se hace más grande. No sirvo para nada.

Que qué me pasa? Me pasa que estoy pasando por una quimioterapia. Que qué me pasa? Me pasa que estoy aterrada-.

En la noche, pesadillas de vampiros que vienen a reclamarme el cuerpo o me exigen que les entregue a cambio a Patricio. Me amenazan con contar todo. Es una pesadilla completa, llena de sangre y violencia y culpa, de las que te despierta a las 3 de las mañana empapada en sudor.

Viernes es otro día perdido.

C en la mañana me abraza y me dice Suéltelo. No puedo. Si lo suelto, la pierdo.

Esta vez un reflujo que se siente como si las pastillas se hubiesen quedado atascadas en el esternón. Por más de una hora trato de vomitar y no puedo. No puede ser gastritis porque el cirujano me dijo que nunca más tendría gastritis. Entonces esto que siento es otra cosa y solo puede ser el cáncer, regresando a traición. Me voy a morir. Termino hincada frente al inodoro con un ataque de pánico,  llorando y gritando como un animal herido. Yo ya sé que no hay que ponerle resistencia. No le pongo y también termina de pasar.

Sé que Pato debe estar asustado porque quiere acompañarme pero Marce lo hace sacado del baño y del cuarto. En algún momento se cola y me pregunta cómo me siento y me abraza y me besa muchas veces con fuerza. Le digo que no quise asustarlo y me miente diciéndome que esas cosas no lo asustan, pero me vuelve a abrazar como para que no me le vaya de las manos.

Pienso en Ana Monge y cuando la visitamos. Se estaba muriendo de cáncer de cérvix y mi primo dormía con ella todas las noches. Ella le decía mi pollito y él no se separaba de ella. Entiendo por primera vez que el dolor de Ana no era físico. Su miedo no era morir. Ahora entiendo. Parece que no voy a dejar de llorar nunca

Hay dos fiestas de cumpleaños este fin de semana. No le puedo fallar a Pato.

Hoy se empezaron a manchar de amarillo mis anteojos de nadar nuevos.

Y vos, ¿qué pensás?