Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Lapsus

desde la isla de

Te lo juro que cuando me preguntaste cómo iba el proceso de quimio, te iba a decir lo mismo que a todos los demás: Bien. Un poco cansado, nada más.

Pero me salió otra cosa. Te dije “Prefiero no hablar de eso” y se me quebró la voz. Y empezó el llanto y no lo podía controlar.

No te lo dije, pero estoy agotada de ser fuerte para los demás, de disimular para no asustarlos, para no agobiarlos, para no incomodar.

Estoy harta de no tener un espacio para mí para llorar, para leer, para ver tele, para estar. Un lugar con llave. Un lugar cerrado.

De llorar solo cuando me ponen la vía. De querer llorar los días que siguen y no poder porque los ojos me arden por el medicamento.

De no saber exactamente porqué lloro.

No sé si mis defensas van a bajar o a cuánto. Si voy a aguantar las dos sesiones que faltan. Si a pesar de esto aun queden células positivas. Si me voy a contagiar de Covid por estar inmunosuprimida. Si llegaré a la segunda dosis de la vacuna con suficientes defensas. Si todo se va a atrasar y esto va a durar todavía más. Si soy malagradecida porque mis efectos negativos han sido mínimos comparados con otras personas. Si podré volver a hacer planes a futuro y no cada 3 semanas.

Vos solo una vez me has visto llorar y de esa vez tampoco quiero hablar.

Te agradezco el abrazo y el consuelo y el decirme que todo va a salir bien. Pero también sé que vos te diste cuenta que no podía abrazarte de vuelta y que no pude sentir, porque si te escucho, si me lo permito, si me suelto a llorar, no voy a parar nunca y solo faltan dos sesiones.

No es que me quebré. Desde marzo estoy quebrada y todos los días lo que hado es sostener los pedacitos con las manos


Gotitas de lluvia

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