Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Aguas rojas

desde la isla de

Era una piscina corta, bajo techo. La luz se veía roja. El agua también.  Frankk nos iba llamando uno por uno. Yo tenía que nadar el 100 libre, pero no sabía exactamente cuándo y por alguna razón yo parecía estarme saliendo a cada rato del área de la piscina y regresando.

Finalmente era mi turno. Y no encontraba mi gorra y estaba muy nerviosa pero no podía decir que no lo iba a nadar. Desde la banqueta, veía espuma en al agua. Muchísima y no podía dejar de pensar en eso.

Entraba al agua y casi de inmediato sentía que estaba tiesa, que no iba a poder, que jamás lograría mis tiempos.  Y empezaba a bracear como a través de concreto. El gua se ponía cada vez más picada, más llena de espuma, más gruesa, más alta, más espesa, hasta que al llegar a la orilla de los 25 o de los 50 metros, paraba con un ataque de pánico. No lograba completar la prueba y me tenía que salir.

Luego no encontraba mi ropa, ni mi bulto, ni mi parca y la buscaba por todas partes, entre las cosas perdidas, entre la de los demás pero no aparecía. Y por andarla buscando, no tenía nadie que me llevara a donde quiera que fuese que nos estábamos hospedando.

Ya no sueño que me anulan la matrícula o que no sé cuál es mi horario. Sueño con esas casas y edificios donde viví tanto miedo, pero ya soy adulta y está Pato y me preocupa más ponerle atención a sus enreditos que a los fantasmas que viven ahí. Ahora mi ansiedad ataca lo que me gusta.

Hay medicinas para dormir pero ninguna para eliminar las pesadillas.

 


Gotitas de lluvia

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