Soñé que volvía a la facultad y había molote a la entrada, molote en las gradas, molote en la soda, fila para empanadas, gente apiñada en las mesas y en los pasillos, en la fotocopiadora, donde Barrabás, en la fila del teléfono público; hablando, hablando, hablando. O sea, lo de siempre.
Pero yo no era la que normalmente soy en esos sueños, donde se me ha olvidado matricular, no fui por vaga un día que había examen, perdí el informe de matrícula y no tengo idea de qué me toca al día siguiente o ese mismo día más tarde.
Entonces, guardando la distancia, le decía al molote de una de las puertas: Pero qué putas les pasa? Y el coronavirus? Quieren matarnos a todos, aterro de irresponsables?
Y me iba, dejando a todos callados, asustados, con los ojos muy abiertos, abrazados a los cuadernos.
Pero yo no era aquella. Yo era yo. Me liberé de al menos esos sueños ansiosos. Ya no pueden conmigo. Ya no tengo miedo.
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