Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

502 casos, 29 recuperados, 3 fallecidos

desde la isla de

Soñé con mi tío, que hoy hubiera cumplido años. Enorme, elegante, imponente, siempre. Llegaba a la casa de mi mamá, donde inexplicablemente en el sueño vivía mi abuela. Yo me había quedado a dormir con ella, como muchas veces, sin saber si tendría ropa para el día siguiente, pero no me importaba. Podía usar la misma. O usar los zapatos de ella.
Yo hacía mil malabares y llamadas para ver quién me podía traer otra mudada u otros zapatos. El llegaba con bolsas nuevas de cosas y preguntaba, de mala gana, si yo tenía llaves de la casa y porqué.

 

Mi abuela, como siempre, se alegraba de verlo. Yo no. Yo sentía esa mezcla de temor y asco y distancia. Pero en el sueño, por primera vez, me animaba a responder. La voz me salía. Un hilito de voz, pero me salía y no me ponía a llorar.

Le decía que sí, que yo tenía llave, porque a diferencia de él, yo sí me preocupada de ella. Que siempre estaba yo ahí. Que si no fuera por mí o por las otras dos primas que también tenían llave, ella pasaría sola o sin comer. Que a él no le importaba ella y no le había importado nunca, que no se daba cuenta que ella estaba flaquita, enferma, mal, que él solo llegaba a exigir cosas de ella. Que yo no necesitaba sus cosas ni sus regalos ni sus zapatos- aunque me fuera descalza- que estaba harta de sus maltratos y de sus mierdas y de creer que todo lo solucionaba con plata.

 

Es la primera vez- aunque sea en un sueño- que me logro defender de él. Yo era adulta en el sueño y lograba mantenerme tranquila, hablarle de adulto a adulto, con miedo, pero sin dejar de decir las cosas que tenía que decir. Nadie me interrumpía. Me veían con asombro y con respeto porque era la única que se atrevía a decirle todo.

 

Y los ojos de adoración de mi abuela hacia él. Nunca entendí. Ni siquiera con Pato lo entiendo. No me alcanza eso de “es mi hijo”.  Ella tiene que haber sabido la clase de mala persona que era él, su hijo. Pero la mantenía, hizo plata, le compró casa, la mandó de viajes, la sacó de la pobreza. A veces creo que para ella era un orgullo tener un hijo blanco, de ojos claros, que se lo pedían para las procesiones para sacarlo de angelito, aunque muchas veces a ella la confundían con la empleada y no con la madre.

 

Ni siquiera yo, que fui su víctima, tantos años, puedo juzgar. O no quiero, porque entonces identificaría cómplices.

 

Pasé más tiempo con Pato, porque Nora no está y el ritmo ha bajado. Es un reto mantener el día lleno, de cosas que hacer, sobre todo para no darle espacio al miedo o a la tristeza. Baños de una hora. Caminar muy despacio. Hacer las cosas que normalmente evito, como acomodar o lavar platos.

 

Por Pato, también, no puedo hacer las cosas que normalmente haría en una situación de estas, como ver tele, lo que a mí me gusta. O leer por horas y horas. El, la atención que requiere y que yo le quiero dar, es una segunda cuarentena, una de amor, una pequeña. Y veo cómo florece, cómo lo disfruta, lo aprecia y me sorprendo de cómo aumenta mi paciencia.

 

Nos dimos por vencidos y se le compró una Tablet. Es probable que las clases del kinder se hagan virtuales: Están las de terapia de lenguaje, las llamadas con Koen y los videos y cosas que le mandan. Empezamos a ver Siebenstein y parece que le gustó. Voy a buscar Plaza Sésamo en alemán. También le están gustando los cuentos de Plaza Sésamo y a mí también.

 

El único descanso fue la siesta de 4 horas en el sillón. No sabemos cómo, pero terminó durmiendo en el suelo. Aproveché para trabajar en una apelación que tenía pendiente. No estoy muy convencida del resultado. Me cuesta mucho navegar el sistema para encontrar jurisprudencia reciente de la Contraloría.

 

Pero en la noche no quería dormir. No se quería callar. No se dejaba de mover. Leímos un cuento, cantamos una canción y seguía despierto. Para aburrirlo, le conté la historia de la salida de los judíos de Egipto, pensando a la vez en toda la crueldad y violencia de lo que le estaba contando e inventando una parte porque no recordaba en qué momento Moisés recibió el encargo de sacar a su pueblo. Después me acordé de un arbusto en llamas, pero no sé si es de la misma historia. De todos modos, no habría podido explicarle que Dios le habló. Tampoco sé bien cómo explicarle qué es Dios.  Lo que más le interesó, en todo caso, fue el concepto de Egipto, del faraón, de los esclavos y del mar que se cerró encima de los egipcios porque no sabían nadar.

 

Ha desarrollado una fascinación por hacer ruidos de pedos, en cada momento, le parece muy gracioso. Yo me acuerdo cuando yo pensaba lo mismo. De hecho era un juego recurrente con mi abuela, que siempre fingía ofenderse muchísimo con los reales y los de mentira, pero siempre se reía. Incluso los tenía clasificados por sonido, olor, intensidad. Tuve que explicarle que en la casa podemos hacer estas bromas, pero que no en todas las casas es igual y que podía ser que no les gustara o no les hiciera gracia. Me preguntó, preocupado, si en la casa de la Nonna les haría gracia o no.

 

Me cansa estarlo corrigiendo todo el día, para que hable bien. Para que diga “de” y no “e”, porque y no poyque, para que pronuncie las erres. Es terriblemente tedioso y sobre todo, cansado mantener un tono amable en la corrección, sobre todo por él. Me pone a pensar en todas las veces que me corrigieron con violencia: solo era necesario una vez. Pero quedaba el miedo y el resentimiento.

 

Los chats que pasaban llenos de memes ahora están mucho más callados. Es difícil hacer chistes al inicio y ahora, que ya llevamos semanas de encierro, quién sabe hacia dónde evolucionan los pensamientos. Mi teoría es que ya vamos más hacia adentro y que hay gente triste, pero no lo dicen.

 

También me recuerda un poco al fenómeno de cuando alguien tiene cáncer. Al principio, todos preguntan, todos están pendientes, todos quieren ayudar. Pero luego, poco a poco, se van acallando y la persona enferma queda sola.  Ya ni siquiera me hace gracia el meme de Vamos a morir.

 

En la mañana circuló el video de la señora que salió de la UCI en Alajuela, ya recuperada, rodeada de aplausos y sonrisas. Creo que todos lloramos de alegría. No vi la conferencia de prensa, pero al ratito, a media tarde, salió la noticia de otro muerto: un hombre de 45 años, sin factores de riesgo previos. Se contagio en un viaje a Estados Unidos, llevaba 10 días en la UCI.

 

Por respeto a ellos y a sus familias no dan detalle de sus vidas y yo siento esta necesidad de saber quién era, si deja hijos, a qué dedicaba su vida. De hacerlo humano. De que tenga historia y no solo un número.

 

No sabemos quién era- aunque es probable que en estos días se filtre- pero su muerte es un golpe anímico para todos. Aunque los números van relativamente bien, saber que murió alguien más, aun cuando ya el Ministro había advertido que vendrían más muertes y más enfermos, es como si se agravara la situación, como un recordatorio de cómo están las cosas.

 

Al final de la tarde, un rayito de sol: otro paciente de la UCI, del Calderón Guardia, fue dado de alta.

 

NYC sigue siendo una pesadilla. 1854 muertos, un tercio hispanos, un tercio negros. Los que no tienen opción de quedarse en casa, tienen enfermedades crónicas previas y sin acceso al sistema de salud. Leí un artículo dolorosísimo de cómo se expande el virus en los hogares que hay para personas discapacitadas, donde implementar medidas de distanciamiento físico o lavado constante de manos es casi imposible, por las limitaciones de los residentes. Además los atienden personas sin preparación, por un salario mínimo. Para efectos del sistema de salud, no son prioridad y los van a dejar morir porque no tienen opción a un respirador.  No dejaba de pensar si eso es el resultado de abandonar a los más débiles al meterlos en un asilo. Si estarían más seguros con sus familias, igual que los viejitos que se contagiaron en los asilos españoles.

 

Comimos pizza casera. Estaba buena. Marce está haciendo un esfuerzo, pero sé que le cuesta y pierde la paciencia muy rápido, sobre todo con Pato. Lo oigo cuando lo saca de la cocina, cuando le responde hastiado que ya va, que no puede hacerse todo ya, que preguntó lo mismo hace 5 minutos. Le pido que tenga paciencia, que para nadie es fácil, que pato es un niño. Creo que para Marce sería más fácil estar completamente solo. Pero no es así. Y mi paciencia entonces tienen que alcanzar para Pato y para Marce y entender y esperar y saber que eso que siento cuando trata así a Pato es una reacción de inmediatez, pero no algo perpetuo. Trato de centrarme en las cosas buenas.

 

La peste me salvó de un tortón. Ya había cancelado carro de alquiler y hotel y devolvieron el dinero. Estaba pendiente lo de los tiquetes de avión. Pues me di cuenta que la segunda reservación que había hecho nunca se admitió el pago y obvio, no me van a hacer el reembolso… hubiéramos llegado 9 al aeropuerto, con todo pago, solo para que nos dijeran que no teníamos tiquete, que la reservación nunca se hizo. Eso explica ese saldo tan grande que tenía a favor en la tarjeta. Algún día les contaré de eso.

 

Hoy el día empezó muy temprano. Y tengo miedo de que se me haga muy largo.

 

Hoy también recibí un correo de un amigo. Lo estoy conservando para disfrutarlo al leerlo.


Gotitas de lluvia

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