Ayer estrené mi máscara de esmerilador. Como circulaba, aproveché para hacer una tortilla española y se la llevé a mi mamá. Además, pasé a la farmacia de Escazú, para manejar lejos y darme una vueltita. Máscara y guantes.
Todo el camino me debatí entre si ir primero a la farmacia o a donde ella. Al final me decidí por pasar primero a la casa de ella. La farmacia podría estar más contaminada. Pero además, a usar la máscara, no por mí, sino por ellos, por si acaso.
Se alegraron de verme. Mami siempre pregunta si viene Pato y siempre le digo que no. Pero también se asustó de verme con máscara y me preguntó si estaba mal. Se le llenaron de lágrimas los ojos. Tiene el pelo largo y sé que eso le molesta mucho. Me puse a pensar cuánto tiempo falta para que podamos volver a cortarnos el pelo, a teñirlo, si ella llegaría a verse en el espejo con el pelo blanco y cómo la afectaría eso. Cuántas nos vamos a ver con el pelo blanco. Cuántas vamos a envejecer aceleradamente con todo esto.
A la vez, no es el sufrimiento de una guerra. No puedo ser injusta con la vida. Nos piden que nos quedemos a salvo, en las casas. Hay comida. Hay tele. Hay internet. No es un infierno. Nosotros por lo menos no estamos sufriendo, aunque sé que para la gente que perdió sus trabajos la incertidumbre debe ser absoluta.
Me invitaron a pasar, que comiera con ellos, pero dije que no. Normalmente no querría. Ayer sí quería pero dije que no, por ellos y por mí. No he preguntado pero creo que mis hermanos ni se han acercado.
En la farmacia extremaron medidas de seguridad. Uno no se puede acercar al mostrador. Me esperé en el carro a que saliera de la farmacia una pareja con una niña pequeña. La farmacia es chiquita y hubiéramos estado apretujados. Me sorprendió que anduvieran en la calle con una niña. La farmacéutica me preguntó dónde conseguí mi máscara y no me sentí tan rara de andarla puesta.
Vi filas larguísimas de carros para entrar a EPA. O sea, no entran. Tienen que hacer el pedido, por catálogo y luego hacer fila para llegar a pagar al toldo y luego les entregan el producto. De lo que me dice Marce, para entrar al super también hay que hacer fila en carro. Aunque se ve más molote, es probable que sea más seguro esperar así.
Creo que estoy más gorda, aunque no comiendo más, pero debe ser la falta de ejercicio. No me he querido pesar ni lo voy a hacer, porque no tiene sentido. Aquí seguiremos hasta que el Gobierno diga. Ya en Estados Unidos están anunciando que las medidas siguen hasta el 30 de abril. Probablemente por ahí vayamos nosotros también.
Ayer tuve la sensación bonita de sentir mi cerebro trabajar. Lo que siempre me han dicho que es mi inteligencia. De repente entendí un caso y todo tuvo sentido y lo pude redactar mejor. También re aprendí cosas que hace mucho no veía, como los elementos del acto administrativo. Cuando baje el trabajo- si es que llega a bajar- tengo mucho que estudiar. Me da cierta alegría pensar en días llenos de libros y aprender. Pensar que no voy a tener un vacío.
Leyendo artículos de pandemias del pasado, varios hablan de la de polio. Es una historia vieja, de mi abuela, de cómo en plena pandemia mi papá y mi tío se unieron a los boy scouts para hacer cordones sanitarios, aunque la gente no entendía muy bien cómo se transmitía. Y de la vez que mi papá, tal vez de unos 6 años, llegó a la casa y se dejó caer hincado, como si le fallaran las piernas, como si tuviera polio. Los gritos de mi abuela. Y era una broma. Ella siempre decía que “se escapó de morir”, o sea que casi lo mata. Hoy pienso en esa situación: ella migrante, madre sola, pobrísima, lavando ajeno, de tercer grado. El, inocente, sin consciencia clara de lo que estaba pasando, casi como un juego. Para ese momento llevaba dos años de haber empezado a trabajar. Empezó cuando tenía 5. Casi de la edad de Pato.
Esa historia que antes sonaba tan natural ahora me horroriza y la siento diferente en el corazón. No me imagino a Pato trabajando, llevando bolsas, descalzo, exponiéndose a tantas cosas. No me imagino pasar por tanta angustia y dolor. De verdad que el privilegio nos protege de las cosas más crudas de ser humano.
Tengo que controlarme cuando veo el canibalismo por las pruebas, por los ventiladores, por los implementos médicos. El mundo no da abasto y los países pobres tenemos todas las de perder. A los países ricos no les importa lo que nos pueda pasar. Nuestra única opción es nuestro propio encierro.
Tampoco tengo claro si el ventilador significa que estás en la UCI, porque hay más ventiladores que camas disponibles. Tuve la sensación eogísta de alegrarme de la muerte del papá de un compañero de oficina que tuvo un infarto y llevaba días en la UCI: una cama más, fue lo que pensé.
Ayer además descubrí dos cosas: Delfino.cr sí pone los casos activos restando los recuperados y eso es una pequeña alegría. También descubrí a Freud, hablada en alemán y en húngaro. Y parte del alemán, con acento austríaco. Y parte en dialecto. Una belleza que solo me durará 8 capítulos, pero como Drácula, pienso verla dos veces.
Yo: – Pato, qué es lo que más recuerdas de mamá?
Pato: – Lo que más recuerdo es cuando bailas, mama
Anoche soñé que hacía plank en una piscina que tenía muy poquito de agua, para sentir que me mojaba.
Hoy se supone que salen lineamientos nuevos sobre las mascarillas.
Hoy cumplimos un mes desde el primer caso.
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