Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

396 casos

Ayer el día se me hizo eterno y lo fue. Tengo la espalda destrozada. Necesito un masaje o un relajante muscular atómico. No dejo de sentir envidia por los que tienen acceso privado a una piscina. Me hace mucha falta eso.

He notado que, aunque me pongo la misma cantidad de crema en la cara, no se absorbe. Ya no la ando tan seca, entonces seguro necesito mucho menos. Y aunque el estrés es enorme, tampoco lo siento, o no se me ve en la cara.

Me sigo despertando a las 4. Ayer pensé que al menos eso me permitía mantener algo de lo que tanto me gusta de entrenar en la madrugada: ver el amanecer. Pato también se despertó, pero con pesadillas, llorando. No sé si es un niño muy sensible o si en general todos los niños están reaccionando igual. Le pedimos a mi amigo A que nos recomendara algo para que pueda dormir más horas, porque el pobre anda con ojeras.

El hace lo que puede y se porta muy bien. Cada par de horas viene a mi escritorio a preguntarme si estoy bien y cuando me ve recostada a medio día viendo la conferencia de prensa, se preocupa un poco más. Aumentaron poco los casos ayer, pero la gravedad va en aumento, con más gente internada y más gente en cuidados intensivos. Además hay dos casos que no se atendieron a tiempo y que me hacen pensar si ya estaremos en fase de transmisión comunitaria.

La tarde fue un desastre, por las excepciones a la restricción de Semana Santa. Circularon muchas versiones, mentiras, carreras por encontrar los datos y encima, pendiente la clase de terapia de lenguaje por video de Pato. La asumí de mal humor, lo reconozco. Y él lo debe haber sentido porque hacía su mejor esfuerzo de hablar duro y claro pero se le salían las lágrimas.

Yo conozco esa sensación. La reacción ante la figura de autoridad estricta. Hacerlo bien por miedo pero no por convicción. Me asusté mucho de mí misma.

He pensado mucho en lo que contaba Marce de sus papás, de cómo en el exilio preferían no reunirse con otros chilenos porque era revivir mucho dolor y sentían que con ese lastre, no podrían levantarse nunca. Tal vez tuvieron razón. También pienso en las mamás durante el Holocausto, escondidas con sus hijos pequeños, cómo lograron entretenerlos, enseñarlos a hacer silencio, calmarles el hambre.

Hace pocos días vi un video de una viejita judía argentina, diciendo que la cuarentena no era nada. Que ella había vivido escondida en un techo dos años y en un pozo otros dos, comiendo una vez al día, para que no la mataran. Y ahora era apenas un par de semanas sentada en su casa.

Me llamó una amiga a contarme del rebajo parejo temporal que les hicieron en sus sueldos. Sonaba asustada. Creo que no llamó pidiendo ayuda legal, sino contención. Ella misma me dice que por dicha está medicada y eso le ha ayudado a sobrellevar las cosas con más calma. ¡Ah, el filtro de los psicotrópicos! Canceló personal trainer, uñas, masajes, sus pequeños lujos. Y decidió no pagar más el kinder de la chiquitina hasta que regrese.

Después una llamada conferencia eterna, donde me sentí una inútil. No sé nada de comercial. Ni civil. Y lo poquito que sé no me gusta. Es duro ver a un cliente joven enojarse por inmadurez, ver errores de negociación por tirrias personales y no sé si realmente podré ayudarles, pero ellos sienten que sí les aporto. Ya veremos.

Ayer a otra amiga, un tipo que sacaron del Automercado por no hacer caso a la regla de no entrar en parejas le tosió en la cara a ella y al guarda.  Yo estaría aterrada. Y, a la vez, estoy maravillada de ver los cambios sociales tan fuertes que hemos vivido en tan poco tiempo.

Marce fue al Auto cerca de la casa y tuvo que esperar casi 20 minutos para entrar. Ya tenemos todo lo que necesitamos para Semana Santa. Yo incluso tengo trabajo que hacer, que no deja de ser bueno.

Se me olvidó contar que antier regalé uno de mis documentos de laboral, pero creo que es por una buena causa. De hecho hoy pensé en el receptor, que sí me puede ayudar con este clientito que me tiene tanta fe y al que le puedo ofrecer tan poquito-.

Hoy es viernes y se supone que llegamos al final de la semana más dura de la cuarentena. De aquí en adelante es más fácil. Ojalá así sea.

Ayer no almorcé y mi cena fueron papas, de las prensadas hechas de polvo. Las odio.

Ayer Pato aprendió la palabra tlacuache. También Tlaloc y le hablé del dios de las lluvias.

Y vos, ¿qué pensás?