Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

201 casos, 2 muertos, 8 más a punto de ser dados de alta

El dentista no fue tan malo. La memoria traiciona o almacena lo peor o lo mejor de las cosas. Es hablantín, dulce, simpático. Descubrí que es el mejor amigo de un primo segundo que nunca veo y ahora entendí porqué mi tío y su esposa iban ahí y porqué me llevaban a mí ahí.

No paró de hablar en todo el rato, de la desinfección, de lo que están viviendo otras personas con pequeños negocios, de la novia 20 años menor que él, de cómo si tiene material acumulado porque no están distribuyendo, de que quiere ir a nada con nosotros… Y no me hizo nada porque tengo una infección y de una vez me mandaron al tratamiento de nervio.

Pasé a comprarle un radio a mi mamá, luego al super a comprarle algunas cosas. En el super se siente alguna forma de normalidad. Se cuelan cosas, como en la panadería, cuando dicen que van a tener que botar casi todo porque la gente no está llevando coas. O cuando ves las cosas que nunca estaban marcadas en oferta con descuentos del cincuenta por ciento. O cuando te devuelven en la caja porque llevás un atún más de los 3 permitidos. Podrá ser cierto que hay suficiente comida para todos, pero también creo que es posible que empecemos a ver menos de las cosas que antes abundaban como productos de capricho o de lujo.

Mami salió con rulos en el pelo y se notaba que había estado llorando. Cuando vio las cajas que le llevé, pero sobre todo la silla de mis competencias y el radio, se puso a llorar abiertamente y se despidió de mí. Me dijo “Ay Ale, si algo me llega a pasar, quiero que sepa que usted ha sido una buena hija”. Ella, que siempre le ha hablado tan mal de mí a todos.

Primero le dije que no llorara, pero de inmediato la abracé. Se dejó unos segundos y luego me empujó y me dijo que la soltara para que no le pasara nada.

Yo sé que es dramática. Sé que manipula. Sé que pasa del llanto a la calma en dos segundos, igual que mi abuela. Igual que las personas enfermas mentales. Pero me hizo mierda. Mi mamá no llora nunca. NUNCA. Y jamás ha sido demostrativa de cariño con nosotros, con abrazos o besos, excepto tal vez cuando estábamos pequeños. Y la verdad yo tampoco nunca la abrazo y muchas veces no la saludo de beso, porque simplemente me acostumbré a eso.

Me vine llorando en el carro. Al rato pasó una foto feliz, pero con los ojos llorosos, sentada debajo del palo de mango, con la radio, tomando agua de pipa del galón que le llevé y comiendo meneítos.

Yo sé que ya había dicho que hice las paces con que es posible que no sobreviva la pandemia si se contagia. Pero verlo así, tan cerca, que se despida de mí, fue otra cosa por completo. De pequeño consuelo, por más dolor, me queda que a diferencia de mucha gente en España e Italia que cuentan que ni siquiera pudieron despedirse o dar un último abrazo, yo sí pude. Y espero que no sea el último.

Volví a la casa a una llamada conferencia donde no quise poner el video. No quería que me vieran los ojos hinchados y rojos. Quién iba a decir que lo laboral, tan despreciado siempre, sería lo que nos mantendría ocupados a todos!

Hay tanta gente pidiendo ayuda legal, tanta que no lo puede pagar, tanta desconfianza mía de compartir documentos porque sé que alguien más va a sacar provecho de eso sin compartir, en general, tanta desconfianza de la gente que no es solidaria y honesta…

En la llamada, alguien preguntó cómo estábamos haciendo con los niños pequeños. Dos de nosotras tenemos. Y sí, es un reto. Tenemos encima la tensión de todo lo que está pasando, pero además, el cuidado de ellos, que están encima, que requieren atención, que a su manera sienten todo pero lo expresan diferente.

Este encierro- aunque voluntario- no pensó que en cada casa no hay una computadora por cada persona. Yo tengo que manejar el día pensando que a tal hora tengo que poner a Pato a ver los videos del Kinder, la clase virtual de terapia, a entretenerlo si doña Nora no puedo venir, a inventarle juegos, a atender sus propias necesidades de reforzamiento de que todo va a estar bien. La conexión a internet, incluso en los barrios más pudientes, no es la mejor y nos deja escuchando ecos. Y además estamos trabajando más horas que antes. Es agotador, sí, pero hay que aprovecharlo mientras dure.

Y todo eso es en casas grandes. Si nosotros estamos así, cómo estarán en todas casas? Qué irá a pasar con otros niños?

Pato sigue con algunas regresiones. Quiere tomar leche todo el día. No se anima aun a pedir chupón, pero jugando lo ha mencionado un par de veces. Habla más chineado. Demanda más atención, estar con él todo el tiempo. A veces cuando se despierta llama a Papá y si soy yo quien lo atiende, me dice que no me quiere ver, que quiere ver al papá y no a mí. Y al contrario. Se queda dormido durante el día, no sé si estará deprimido.

A las 2 tenía la otra cita, del tratamiento de nervio y para allá me fui, con dos gotitas más de calmante en el cuerpo. Del parqueo al dentista pensé en la línea aquella de Buenos Aires se ve tan susceptible… San José está desierta, por dicha. Este dentista habla poco, pausado, me explica. Pasó rápido y sin dolor, mucho mejor de lo que esperaba.

Ahora tengo que volver donde mi nuevo/viejo dentista a terminar el trabajo. Creo que mejor el viernes porque terminé muy maltratada y además drenada.

Hablé con un amigo de años y seguro por esa nostalgia le pregunté si recordaba cómo nos habíamos conocido, de un paseo al que los dos fuimos. Y no, no recuerda nada. Es como si viviera al día. Si acaso dice acordarse de qué hablamos la última vez que nos vimos. Le digo que soy la memoria de los dos. “Por dicha”- me responde

Y como estaba así, anestesiada por dentro, simplemente tomé coca cola, comí galletas y dulces. Todo me valió madre. Hasta que me acordé que no podía volverme contra mí misma.

Le conté a Gaby y fue muy dulce. Me dijo que recibiera eso que dijo mi mamá con el corazón abierto. Que si ella no sbaía demostrar amor, a su manera lo había hecho. Que lo merecía. Que era cierto lo que ella me había dicho. Que fuera a domir y a acurrucarme con Pato

De verdad que ayer en la tarde no sentía nada. Solo quería como dejarme ir. No quería llorar. No quería morirme. Solo quería eso: apagar, dejarme ir.

Me quedé dormida jugando con Pato en su cama. Nos pasamos a la mía a ver tele y me dormí.

Ayer fue un día muy pesado para Marce, lo sé y lo siento. Lo escucho en cómo pierde la paciencia con Pato. Pero ayer fue quien lo acostó y le contó un cuento porque yo ya no podía ni siquiera conmigo.

Parece que sí vamos aplanando la curva.

Y vos, ¿qué pensás?