Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El wannabe del Patrón

Lo reconozco: tengo un morbo particular con cierto tipo de sucesos, por ejemplo, el asesinato del libanés-canadiense que se hacía pasar por israelí que era narco que acaban de matar a la entrada de una escuela.  Al que le vamos a decir Narco para ubicarlo sin tanto detalle y más cortico.

Para empezar, yo no creo que la escuela tenga la culpa de nada. Mucho hacen con tener cámaras con HD que permitieron identificar a los sicarios altos, espigados, de barba recortada y buzos caros, que se encargaron de esa vueltica. Y, la verdad, no sé qué es lo que tanto extraña a los demás. ¿A dónde va a meter un narco que nada en plata a sus hijos? Pues al mejor lugar que el dinero pueda pagar. Obvio.

¿Llamaría la atención en una parte de la ciudad donde abundan las casas de más de un millón de dólares? ¿Dónde los chicos viven en un nivel de opulencia que impacta? ¿Dónde es usual que haya carrazos, guardaespaldas, viajes, derroche, casotas? ¿Dónde a una niña de 10 años le hacen una fiesta con todos los Food trucks disponibles? ¿Dónde todos los días se inventa una nueva versión de la realidad y de la normalidad?

No hay colegio que se pueda proteger de eso. Ningún delincuente va a poner “Narco” en el espacio de “ocupación” cuando llena los papeles de ingreso.  Este Narco y el mismo Escobar se identificaban a sí mismos como empresarios. La hoja de delincuencia tampoco sirve, por lo menos en este caso, el narco no había sido condenado por nada y las investigaciones que había contra él estaban en proceso. La hoja hubiera salido limpia.

Es cierto que haciendo una búsqueda en Google se podrían haber enterado por lo menos de ciertos enredos. Pero cuando la educación es un negocio, a nadie le importa de dónde vienen esos dineros, lo que importa es que el negocio produzca. Su negocio no es la seguridad. Es al Estado al que le toca y si el Estado no ha podido ni puede con el narcotráfico y sus consecuencias, como el sicariato, es ridículo pensar que una escuela privada o un notario (ver nueva ley al respecto) pueda hacer solito todo lo que el Estado, con sus poderes de imperio, no ha podido.

Y además, los hijos de los maleantes no tienen la culpa de la ocupación de sus papás. Lo que nunca nadie se imaginó, es que llegaría el día en que viéramos un ajusticiamiento a sangre fría poniendo en riesgo la vida de chiquitines. Se cruzó una línea, se quebró un vidrio y eso es algo que no se pega con scotch. Ahora sabemos que puede pasar otra vez y que, aunque nadie lo diga, es realmente difícil de prevenir o de evitar.

Nadie habla de los verdaderos héroes de este despelote: los maestros. Nuestra condición de país chiquititico ha permitido que en menos de dos días, yo haya podido conversar – sin buscarlo- con conocidos, parientes, vecinos y amigos de gente que estuvo en el sitio. Todos me cuentan de la maestra que agarró a un chiquitín del pescuezo y así lo salvo de ser atropellado por el carro sin control del narco. De la maestra de la niña que se acercó al carro a punto de explotar y la sacó. De las maestras que protegieron a los chicos tirándolos al suelo y dándoles contención cuando ya pasó todo.

Cualquiera que haya visto El Patrón del Mal, haya leído de Pablo Escobar o tenga buena memoria (y cierta edad), puede ver los paralelismos:

  • Hubo un momento en que ninguna escuela de Medellín quería recibir a los hijos de Escobar. Terminaron recibiendo educación en casa, con tutores. Algo me dice que hacia eso van a ir muchos colegios privados.
  • El estilo kitsch-narco-ordinario, de tan mal gusto, con la sobrecarga de dorado, mucho bling bling, y esa decoración que recuerda los reportajes de revistas colombianas cuando los dejaban entrar en las haciendas de los narcos; inmortalizado en esos selfies con un paño con la cara Al Pacino de fondo.
  • Vivir escoltado e ir con sus escoltas armados a todas partes. De los escoltas legendarios del patrón, Popeye y por supuesto, Limón.
  • Llegar a los restaurantes y pagar la cuenta de todos para que quede solo para el narco y sus amigos. Además hoy, de diversas fuentes escuché que una vez destrozó un restaurante, se cree que es el sospechoso del incendio en otro, y que le daba por regalar billetes (de baja denominación, es sí) entre otros.
  • Amenazar a los dueños de negocios para que “accedan” a vendérselos y una vez vendidos, se queden como administradores.
  • Mujeres, mujeres y más mujeres. Hoy la Extra informaba de cómo llegaron varias mujeres a reclamar el cuerpo, cada una por su lado. Las noticias han reportado que estaba casado y las mismas noticias, revelaron un video de su fiesta de compromiso el año pasado. El sueño de infancia de muchas: un príncipe todo de blanco (originalmente era azul, pero se le reventó uno de los paqueticos que traficaba y quedó todo espolvoreado)
  • Hoy en la radio escuché reportes de gente diciendo que este narco iba a Juguetón a comprarle un juguete de cada uno a la hija. Cuando volvía de visita, preguntaba qué había nuevo o qué no le había comprado a la chiquita. Obvio, los empleados le tenían miedo.

O sea, un Patrón wannabe. Ni siquiera original en su manera de actuar.

En lo que todos coinciden, es que todos sabíamos. Todos nos dábamos cuenta: vecinos, compañeritos de la hija, papás de esos compañeritos y, por supuesto, víctimas. Al parecer, era una persona conocida en el ambiente nocturno y solía hacerse rodear de mucha gente “conocida” en ese círculo social. Digamos ¿qué podría pensar la pareja con la que se comprometió o la mamá de su hija de ver semejantes desplantes?

O sea, la culpa es de un sistema donde todos sabemos y nadie hace nada. Un sistema que se echa la culpa de una entidad a otra y se escuda en debidos procesos. Un sistema que le permite a dos personas como el narco y su hermano permanecer en el país sin problemas mientras que cualquier nicaragüense pasa asustado de que lo deporten. Un sistema corrupto que les permite operar sin problemas y de forma ostentosa.

Entonces no es solo el narco o el hermano del narco: hay abogados que hacían sus transacciones, que le hicieron las sociedades, que le hacían recomendaciones de estructuras legales. Hay contadores que le llevaban el control de la plata que entraba y que salía. Hay bancos donde abrió cuentas, le emitieron tarjetas de crédito y le manejaban las finanzas. Hay amigos que recibían invitaciones, vivían de él y veían el derroche. Hay negocios que se beneficiaban de este estilo de vida.  A todos esos les sirve que las noticias se sigan centrando en el muerto y su hermano y que no se le haga mucho ruido al chancho.

Porque en este caso, al menos, muerto el perro, no se acaba la rabia.

2 gotas de lluvia en “El wannabe del Patrón”

  1. Pao dice:

    Muy bien dicho! Lo más triste, como decís, es pensar que puede y problamente estas cosas vuelvan a pasar… y que siguen personajes así por ahí!

  2. Gabriela dice:

    A ese «estilo kitsch-narco-ordinario, de tan mal gusto, con la sobrecarga de dorado, mucho bling bling», donde solamente exhiben todo lo que el dinero puede comprar en el Perú se llama «huachafería».

Y vos, ¿qué pensás?