Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Carta para un niño que hace la primera comunión

desde la isla de

Mi sobrino va a hacer la primera comunión y mi hermano me colocó en medio de la visagra: me pidió escribirle una carta a mi sobrino, que parece que leen en un retiro que hacen antes de la primera comunión. Lo más irónico del asunto, es que mi hermano le dice a mi sobrino que yo no creo en Dios, que no me hable de cosas de religión porque me enojo y que por eso es que digo malas palabras. Me tuve que poner a pensar seriamente qué escribirle para que fuera algo útil para él, pero sin ser desleal conmigo. Esto fue lo que salió. El abuelo de mi sobrino es mi padrastro. Y su Tita, mi mamá

Juan Pa:

Todavía me acuerdo de mi primera comunión. Fue un día muy emocionante para mí. Un día de octubre, que hacía sol, pero no hacía calor, en la iglesia de mi colegio, vestida toda de blanco, como una novia chiquitita. Tenía 8 años y estaba en tercer grado.

Tus abuelos fueron conmigo y me acompañaron a comulgar por primera vez. La hostia me la dio el Padre Andrés, que era gringo, muy alegre. Jugaba futbol con sotana y en las misas, al final siempre hacía concursos de preguntas y el que contestaba bien se ganaba una medallita.

Cuando me dio la hostia, me sonrió y me cerró un ojo contento y me dijo: “Pescadora”. Me dijo eso porque tu abuelo al principio no quería comulgar. Y me costó mucho a mí y a tu Tita Ligia, convencerlo de que lo hiciera.

El Padre Andrés me dijo “Pescadora” porque pensó que había pescado a tu abuelo y lo había convencido de comulgar. La verdad no sé si fui yo, si fue tu Tita Ligia o quién fue. Lo que sé es que desde entonces, me gusta mucho una canción que a veces se canta en las misas, que se llama Pescador de Hombres.

Cuando me tocó el turno de comulgar, me emocioné tanto que no sabía ni qué rezar. Me devolví a la banca temblando de la emoción. Se me pegó la hostia al paladar. Mis compañeras estaban hincadas y yo, con la mente en blanco, no se me ocurría qué hacer.  Así que disimulé como si estuviera rezando y mucho y luego me senté con los demás.

Pero me dio culpa y me sentí mal y unos días después le conté al Padre Andrés. El me preguntó que si me había sentido feliz ese día y le dije que sí. Estaba tan feliz, que yo, que tengo tan buena memoria, se me olvidaron todas las oraciones. El Padre Andrés me dijo que las alegrías, las sonrisas, la felicidad, son también una forma de rezar y yo me quedé tranquila.

En estos meses de catecismo has aprendido muchísimas cosas. Algunas de memoria, como las oraciones. Algunas sobre ese hombre maravilloso que fue Jesús. Imaginate que las cosas que él dijo, siguen siendo válidas hoy.

Las cosas que dijo Jesús han sido analizadas por psicólogos- que son los científicos que estudian la conducta de las personas-  y ellos han dicho: “Pues sí. Lo que Jesús decía es cierto. Si uno sigue esas reglas, uno es más feliz como persona”.

Incluso, las enseñanzas de Jesús las citan en otras religiones. Los judíos y los musulmanes, que son religiones primas de la religión católica consideran a Jesús como uno de sus grandes profetas, es decir, como uno de sus grandes maestros.

Los católicos dicen que Jesús nos enseñó cómo estar más cerca de Dios. Es posible que eso sea verdad. Quisiera contarte un secreto: en esas religiones primas, la musulmana y la judía, se dice que Dios tiene miles de nombres, porque un solo nombre no es suficiente para todo lo que significa Dios.  Yo creo que eso es cierto.

Por eso es que a lo que vos le decís Dios, hay gente que le dice Vida o que le dice amor. A lo que vos le decís fe, otra gente le dice esperanza. Vos le das gracias a Dios, otras personas le dan gracias al Universo. Vos sentís que Dios te  habla o te ayuda a decidir qué es lo correcto; otras personas escuchan a una voz interna para tomar esas mismas decisiones.  A lo que vos le decís mandamientos, otras personas le dicen reglas de vida: ponerse en los zapatos de los demás, no hacerle a otro lo que no le gustaría que te hicieran a vos, tratar bien a los ancianos y a los niños y a los enfermos, no opinar sobre las decisiones personales de los demás, no creer que la plata lo es todo, ser honesto. A lo que vos le decís ángeles, otras personas les dicen amigos.

Entonces, Juan Pa, lo importante es lo que hacemos, no porqué lo hacemos o cómo le decimos a lo que hacemos o de qué religión somos o si tenemos o no religión.

Yo creo que todos cabemos en el cielo si hemos sido buenas personas en la tierra. Y sé que es cierto, porque es algo que he pensado desde que estaba chiquitita y el Padre Andrés me dijo que yo tenía razón.

Yo me alegro que te hayás preparado tan bien para un momento tan importante como éste. Y deseo, con todo mi corazón, que esas enseñanzas que has aprendido se queden en tu corazón, que no las olvidés nunca, que te sintás acompañado y con fuerza en los momentos difíciles de la vida y que crezcás para ser un hombre bueno, generoso, compasivo, como es tu papá.

Si todavía pudiera hablar con el Padre Andrés, creo que me diría que no me preocupe por vos. Que sos un chiquillo maravilloso y sensible, inteligente y curioso, cariñoso y preguntón y que de fijo, de grande vas a ser una gran persona.

Espero con muchas ganas ver ese momento en que te hacés un hombre. Yo, probablemente, ya estaré viejita, pero te seguiré queriendo con las mismas ganas.

Tía Zuzú

 


Gotitas de lluvia

2 respuestas a “Carta para un niño que hace la primera comunión”

  1. Realmente son muy ricas palabras, para hablar en esos momentos, por ejemplo, de este ritual sacramental, que dentro la familia cristiana, hay muchas maneras de recibir a Cristo, o muchas maneras de dirigirse a Dios por otras religiones, la diferencia entre un dogma y simplemente tener fe en la existencia de un Dios sin seguir majadera y ciegamente un dogma, el fomentar el respeto a los ateos (y conocer su posición para que lo primero sea válido). Definitivamente, estos actos iniciáticos, que muchas veces se viven pero poco se intercambia, en los puntos de vista, entre generaciones, esto último para enriquecer la experiencia del infante y de los demás, como parte de la coexistencia.

    ¡Muy bien, Tía Zuzú!

  2. Qué lindo tener a alguien que te hable de Jesús como si fuera un amigo que está en las pequeñas cosas del día a día, dejando de lado esa sensación de ser intocable, lejano. En esencia, qué lindo tener a alguien que deje que los niños se acerquen a Jesús.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *