Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

“La mariposa y el presidente”, una crítica amateur de la-Jirafa-se-fija

desde la isla de

 

Ricardo Jiménez Oreamuno puede ser perfectamente uno de mis expresidentes favoritos, por varias razones: Era abogado. Fue presidente de los 3 poderes. Mimí llegó a Costa Rica en 1932, “En tiempos de don Ricardo”, o sea que mi familia se pudo establecer en Costa Rica gracias a sus políticas migratorios. Además, por su agudo sentido del humor, que buena parte debe ser leyenda urbana.  Creo que en ese tiempo le dirían “fisga”

De esos, especialmente me gustan:

  1. Cuando ante un reclamo de un dueño de una vaca atropellada por el tren, prometió pagar siempre y cuando le demostraron que el tren se le metió a la vaca y no la va al tren.
  2. Cuando las lenguas viperinas le trataron de mandar un hachazo por su relación con Beatriz Zamora y le recomendaron poner una cerca alrededor de la zona roja y el respondió que si cercara la zona roja, tendría que cercar todo el país.

Un hombre inteligente, capaz, que no comía cuento, culto, leído, masón, que a pesar de ser de Cartago los tenía a todos bien mapeados y ubicados y no caía en las trampas sociales.

Mimí me contaba siempre de Beatriz Zamora, nunca para criticarla, siempre sorprendida de los tratos groseros y los desplantes de las mismas señoras de bien a las que mi abuela les lavaba y les planchaba la ropa. Me decía de cómo se burlaban de ella, de cómo le decían la cucaracha, de cómo la hacían a un lado y de cómo don Ricardo siempre la defendía.

Por eso me moría de ganas de ir a ver la obra de teatro y a pesar de todos los enredos e esta semana, probablemente de las más complejas que he tenido en los últimos años, gracias a Alicia teníamos reservaciones y además sirvió un poco o mucho para despejarme.

De la obra como tal, comento:

  1. De no haber sido por Alicia, conseguir entradas era imposible, porque en la boletería del teatro no contestan.
  2. Es una lástima que el teatro no tenga asientos asignados, porque entonces, en lugar de disfrutar de las exposiciones del Centro Cultural, hay que hacer una segunda fila para entrar. Los precios, accesibles, con descuentos para estudiantes y adultos mayores, y la posibilidad de pagar con tarjeta de crédito.
  3. Rescato que el elenco da prioridad de ingreso a las personas de tercera edad. Cuando el encargado de la puerta se acercó a informarle a un señor de 73 años del beneficio, el señor le respondió que él podría tener esa edad, pero que no se consideraba un adulto mayor. Luego nos explicó al resto de sufrientes en la fila, que no tenía sentido aprovecharlo cuando entraría en el grupo de las primeras 15 personas “Ni que fuera un concierto de Mick Jagger…” nos dijo.
  4. Quisiera un combo de entrada de teatro-parqueo- cena en algún lugar lindo de Escalante. Sí, eso quiero.
  5. El Centro Cultural tiene un área bonita de espera, pero pocas sillas. Además, no tiene cafetería ni parqueo. Hay que lidiar con guachis abusivos que fijan tarifas.
  6. No había aire acondicionado. Yo iba en versión playera, pero la mayoría de la gente, en botas, jeans, sueters y chaquetas, o sea, lo normal de salir de noche en San José. No sé cómo hicieron para no desmayarse del calor.
  7. El teatro estaba lleno. Me llamó la atención un grupo de estudiantes de informática del TEC. Esos chiquillos, si no llevaran una materia “cultural”, probablemente nunca verían obras ni se expondrían a este tipo de cosas, que son fundamentales- creo yo- en la información integral de las personas. Quien quita y descubran un nuevo amor en la cultura.
  8. Me lleva puta con la gente que no hace caso a las indicaciones. La de adelante revisaba el Guasap cada 10 mins exactos (lo sé porque yo, que estaba atrás, me fijaba en la hora del teléfono de ella) para lidiar con 3 conversaciones a la vez. La de la par, se comió dos paquetes de Yippy según ella a escondidas, como cuando uno comía en clases. A un par más les sonaba el celular.
  9. Me gustó mucho la puesta en escena, con esos escenarios giratorios y las proyecciones de imágenes.
  10. Me encantó la actuación de Arnoldo Ramos. O no sé si me gusta Arnoldo, porque cada vez que lo veo actuar, digo lo mismo. En todo caso, creo que fue el más natural de los actores, encarnando a un don Ricardo humano, cariñoso, vacilón, culto, hábil en su comunicación preocupado por su país y que le valía un culo el qué dirán. Una siente que quiere conocer o trabajar con ese Ricardo.
  11. Los demás actores no me gustaron tanto. Muy forzados y hasta caricaturescos la mayoría de los personajes. Aun no me convenzo que las muchachas de campo se comportaran o se comportan necesariamente así. Pero sí disfruto de la exageración de las viejillas beatas.
  12. Las piezas musicales cantadas por los autores, no me gustaron y me parecieron relleno. Creo que deben haber piezas musicales de sobra, incluso locales, para esos mismos efectos.
  13. La historia me parece que queda un poco cortada y por partes cuesta seguirle el hilo. Para eso ayudan los textos que proyectan en el escenario, pero a veces no se leían muy bien. Queda cortado además porque, por ejemplo, no se explica qué hizo Beatriz por los presos de San Lucas. No entran en detalles de las groserías de las señoras de sociedad, de la capital y de Cartago le hacían a Beatriz, una especie de bullying a la Evita Perón. Y, como decía, me faltaron chascarrillos de los de don Ricardo, aunque vi escenas de cosas que no conocía.
  14. Me encantaría un teatro donde los diálogos sonaran como la gente normal, como hablamos todos. Esta obra tiene mucho de eso y a la vez, siento que tiene que recurrir al chiste fácil para que la audiencia reaccione. Algunos buenos, otros malísimos. A veces siento que los directores o los guionistas sienten que sin eso la gente no llegaría a verlos y eso es doloroso. El único que lograba sonar natural, para mi gusto, era Arnoldo.
  15. Llegó don Oscar Arias y señora, él con la jacket que sale siempre, de cuero café. ¡Qué difícil debe ser ser él! Todo el mundo te vuelve a ver, todo el mundo habla, en todo lado llama la atención, todos pendientes de qué hace y qué no. Quisiera saber qué pensó, porque muchas cosas de la obra parecían escritas para él, como reclamo o como propuesta.
  16. Me gustó el detalle de que el vestido de Beatriz, ya madura, con las monjas, era el mismo diseño de la única foto que conozco de ella.
  17. Es una injusticia histórica que conozcamos tan poquito de una mujer así, y no, no me refiero a lo puta. Me refiero a una historia de amor y de avance social, con una incidencia directa en la política y los destinos de este país. Me puse a buscar en internet y hay muy poco. No logré dar con un artículo que se publicó en La Nación hace unos años sobre este mismo tema. Lo que sí vi, y me amargó la existencia, fue comentarios babosos de gente diciendo “Mi bisabuelo la conoció, pagaba por cogérsela y tenía así culo”. Si ser mujer hoy sigue siendo un reto, no quiero imaginarme lo que era en ese tiempo.
  18. Veo la obra, escucho los diálogos y no puedo evitar pensar que, por partes, parece Concherías. Que no sabemos, en realidad, cómo hablaba la gente de esa Costa Rica de 1930, de qué se reían. De cómo esa generación ya se ha ido muriendo y cuando terminen de morirse, ¿qué quedará de don Ricardo? ¿Solo lo que está en los libros de Estudios Sociales? Porque eso también leí: que mucha de su obra se quemó durante la guerra del 48. ¿Estamos tan lejos de un pasado tan reciente?
  19. Me llama la atención cómo los políticos modernos, cuando les preguntan, hablan de Juanito Mora (en Twitter me corrigieron y me dijeron que lo correcto era Juan Rafael Mora, porque Juanito era el nombre despectivo de la oligarquía, okey?), que representa un nacionalismo a ultranza y defensa de influencia de extranjeros o de José María Castro Madriz, que hizo una bandera muy linda y nos declaró República, no sin antes ofrecernos de colonia a los ingleses que dijeron que muy lindo todo, pero no, thank you. ¿Por qué nadie quiere ser don Ricardo? ¿Por qué nadie dice que lo admira?
  20. No entiendo porqué no se incluyó una escena del matrimonio de Beatriz y Ricardo. Porque fijate, fijate que aunque vivieron amancebados, en 1914 se casaron y los casó el Nuncio Apostólico. Lejos de pensar que eso fue poner la rodilla en el piso, hubiera disfrutado de saber cómo don Ricardo se las ingenió para obligar a los demás a respetarlo.
  21. Ir al teatro siempre me hace bien, sea al teatro o a otras artes escénicas. Me transmite cosas que no me generan otras formas de arte. Es una experiencia, una sensación y eso vale mucho.
  22. Había escuchado que la escena de la barbería bien valía toda la obra. Un enfrentamiento entre Ricardo y un cura, donde Ricardo confronta a un cura amanerado y cachetón con las hipocresías de la Iglesia.  Que de esas cosas se hablaban entonces y que se tiene que seguir hablando ahora. Que seguía siendo muy actual.

Todo eso es cierto. Pero para mí, más allá del reclamo bien plantado a la Iglesia, lo que sigue siendo actual es lo liberadora que resulta la educación.  El respeto al derecho ajeno a tener una opinión. El arte de debatir sin caer en golpes bajos. Y sobre todo, los huevos de una persona para hacerle frente al qué dirán y mandar todo lo demás al carajo, de defender lo que quiere y de saber qué es lo que quiere. De ser leal a su corazón. De confiar en su cariño y en el de su pareja.  Porque cualquiera, sobre todo hoy, le dice a un cura desde hipócrita hasta homofóbico- con o sin razón, con o sin respeto, con o sin fisga- pero eso de pasarse por el arco del triunfo lo que digan los demás y escuchar al corazón para vivir la vida en la que uno cree y la que uno quiere, no es cualquiera.

Tirarle a la Iglesia es fácil. Están para darle, es pegarle un chonetazo a una lora. Lo que hacían mal en 1930 lo siguen haciendo mal en el 2016. Pero es una institución de más de dos mil años, que sabe que ante las críticas o las peladas, lo que hay que hacer es esperar y todo pasa, salvo la santa madre Iglesia, que permanece.

El reto es la vida de uno, que tiene una duración sensiblemente menor a la de la iglesia, especialmente esa porción en que somos adultos operativos y funcionales que debe reducirse como a 60 años. Los seres humanos no podemos darnos el lujo de esperar a que todo pase para vivir lo que queremos vivir.

Me quedo con su forma de enfrentar el insulto “Es cierto que vivo amancebado, peroal menos lo mío es público”. Cede sin rendirse. Acepta sin claudicar y con cada cosa reivindica aquello de ver la paja en el ojo ajeno antes de la tuca en el propio. Si don Ricardo viviera hoy, sería un troll de finísimo nivel y habría inventado el hashtag de #Venime.

“Un pueblo sin memoria está condenado a repetir su errores” Si yo pudiera escoger la memoria histórica de este país, uno de sus nombres serían Beatriz y Ricardo.


Gotitas de lluvia

Una respuesta a ““La mariposa y el presidente”, una crítica amateur de la-Jirafa-se-fija”

  1. He disfrutado de la obra y de tu ida al teatro con tu relato. He aprendido un poquito más de la historia de tu país, que desde que te “encontré” en este mundo virtual dejó de ser un lugar formado por dos palabras para ser un sitio que espero conocer algún día.
    ¿De dónde era tu querida Mimí? Recién leo ahora que no nació en CR.
    Ah… yo también DETESTO a la gente que no puede apagar el celular en el cine, en el teatro, en la iglesia. ¡¡¡TAN IMPORTANTES SON QUE EL MUNDO SE VA A CAER PORQUE SE DESCONECTAN UNA HORA!!! Por Dios… y hablando de Dios, pues tampoco soporto a los religiosos ni a esos devotos” hipócritas, que van a misa todos los domingos y con las personas con las que conviven son unas buenas basuras. Como si la bondad fuera ir a misa, rezar el rosario para luego tratar mal a todo el mundo. Como decimos acá, así no juega Perú.
    Por cierto, mañana tenemos la primera vuelta de unas elecciones de miedo (por no usar una palabra que suena parecido y refleja mucho más la situación).

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