Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sole le patea las crayolas al BAC

desde la isla de

Resignadamente, me quito los anteojos oscuros antes de entrar al BAC y tomo mi fichita, que dice que mi tiempo aproximado de espera son 13 minutos, cómodamente sentada, para hacer un solo retiro de mi cuenta.

Pasan los 13 minutos y otros trece más. Me topo una conocida que me cuenta una larguísima pero entretenida anécdota. Ella se topa a alguien más y le empieza a contar el mismo cuento y a ponerse al día.

Las sillas están llenas, porque los 3 cajeros que hay desde que entré, siguen con los mismos tres clientes desde que entré, dos de ellos, mensajeros, de los que manejan moto y que usualmente detesto cuando nos encontramos en la calle. Pero disgrego.

Noto que dos personas están revisando sus teléfonos más o menos disimuladamente y decido hacer lo mismo. En el momento que lo hago, siento el dedo del guarda haciéndome un toc toc impertinente en el hombro y diciéndome, con un tono patán, sádico y de triunfo, que “Le ayude con el celular”. O sean que es prohibido, siquiera tenerlo en la mano.

Aunque ando en pijama- buzo y camiseta- me incorporo en todos mis ciento ochenta centímetros de largo y desde las alturas, le digo, muy claro y despacio, con tono de patrón de finca:

-Quiero hablar con el gerente de la sucursal.

-Pero es que es política del Banco lo del teléfono…

-No le pregunté eso. Quiero hablar con el gerente de la sucursal. ¡Llámelo!

El guarda patán se va y hace una llamada, y cinco minutos después aparece el encargado de la sucursal, un muchacho menudito, joven y evidentemente asustado porque ya le dijeron que una vieja loca- yo- exigía hablarle

-Cuando entré, mi ficha decía que en 13 minutos me atendían. Llevo 45 y todo está igual que cuando entré. Solo hay tres cajeros. Necesito que ponga más.

-Sí, bueno, es que se me incapacitaron dos…

Aquí es donde cualquier tico, movido por la culpa y por comentarios como esos que lo hacen sentirse a uno como un hijueputa, hubiera cerrado el pico y se sienta resignado, con el dedo hasta adentro, a esperar su turno en algún momento incierto en el futuro cercano.

-Eso no es mi problema. Ponga más cajeros y póngalos YA. Y si no los va a poner, me dice y de una vez me llama a la gerencia general. Ustedes no me están haciendo ningún favor, porque bien que cobran por los servicios y el servicio es pésimo. Además de eso, pretenden que uno espere las horas que a ustedes les da la gana como un zombie, viendo hacia el frente y permiten que este guarda, que es un patán, nos trate como delincuentes cuando uno trata de hacer algo para no perder el tiempo tan miserablemente como ustedes pretenden.

-Pero…

-Pero nada. Si es del caso póngase usted en la caja. No es tan difícil. Además, mi ficha es la A 14 y van por la A 3, pero hasta eso es otra mentira más de ustedes porque entre una y otra pasan a los de servicios preferenciales, que me parece perfecto, pero también a los H, a los B, a los G y uno mientras tanto haciéndose de piedra. Quiero.Más.Cajeros. YA.

El gerente sale soplado y hace algunos movimientos de personal. Yo espero de pie, con cara de perro, brazos cruzados y moviendo el pie en impaciencia de espera, una actuación evidentemente caricaturesca, pero efectiva. Me ofrece pasarme de primera. Desde mi lugar, detrás de todas las sillas, le digo:

-¿QUE?¿Encima usted pretende que le pase por encima a toda la gente que lleva esperando más tiempo que yo? NO. Yo no quiero preferencias. Quiero el servicio que ustedes anuncian, en esa publicidad carísima que pagan con MI plata

El resignado público de las sillas me aplaude. El encargado de la sucursal tiembla. Estamos a punto de una revolución en el gallinero:

-¡Es que le permiten a los mensajeros hacer todas las transacciones sin límite!

-¡Yo llevo más tiempo esperando que usted y yaya me iba a quejar!

-Yo le estaba aplaudiendo por dentro.

-¡Ay, qué dicha que alguien dijo algo!

Una señora me comenta que la semana pasada pasó algo similar y que un señor hizo una escena. Yo me empiezo a disculpar y ella inmediatamente se da cuenta de la metida de escarpines, corrige y me dice que yo fui muy decente.

Lo dudo mucho, francamente. Si algo me quedó de una mamá estricta y muy brava, que se sacaba las cóleras con uno, y que uno nunca sabía cuándo iba a explotar, es la capacidad de castrar a cualquiera hablando. Es una forma de hablar, muy elocuente, sin muletillas, cada vez más golpeado y rápido,  sin cortesías, con preguntas retóricas sin espacio a respuestas, cada vez más insolente e hiriente, sin un solo error, que no deja ninguna duda de que uno está muy, pero muy puteado, que no admite que le repliquen y que se está conteniendo para no levantar la mano.

Con la práctica se vuelve una muy intimidante y con el BAC ya tengo trillo. Es una técnica sumamente eficiente y ya hasta tengo fama entre conocidos, que me llaman cuando el BAC les hace alguna grosería para que me haga cargo. Si yo no puedo ir, hacemos un pequeño taller entrenamiento y práctica, que hasta estoy pensando en grabar un tutorial para enviar el link por correo cuando se ocupe.

El truco es no enojarse de verdad y tener la capacidad de seguir luego como si nada, sin poner el hígado en riesgo. Aceptar las disculpas de buen modo, hacer sugerencias pesadas, insistir en que uno venía por cualquier mierda y sonreír de forma simpática.

Quisiera decirle a todos esos clientes, que junto conmigo padecen el servicio del BAC, que en lugar de felicitarme, deberíamos quejarnos todos un poco más. Que a veces parece que tenemos un síndrome de Estocolmo nacional. Que el respeto a la autoridad nos ha convertido en silenciosos resignados que nos da vergüenza molestar. Que mucho podríamos lograr con quejarnos más, ojalá sin un propósito egoísta del beneficio propio sino en beneficio de todos. Que otro mundo es posible…

Obvio, me quedé callada. Esperé mi turno, hice mi retiro, di las muchas gracias, buenos días y me fui. Hora y media después de que había entrado.


Gotitas de lluvia

2 respuestas a “Sole le patea las crayolas al BAC”

  1. Pienso que la idea del tutorial no es tan volada como parece. ¿Será un ejemplo gráfico la solución?

    Si se convierte en un fenómeno o en una tendencia, como un todo, seríamos mejores.

    Saludos de otra vieja loca, colega no se queda callada en la fila del BCR.

  2. Acá nunca me han hecho esperar tanto, pero estoy segura de que reaccionaría igual que tú. Me he dado cuenta de que basta que uno reaccione para que los demás sigan. Es lo que falta, alguien que lidere la rebelión en la granja.
    PD: ¿no es posible cambiarte de banco? Pregunto solamente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *