Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

System Glitchen

desde la isla de

Glitch eins: Estos días eternos, que rinden montones, que obligan a dormirse con luz del sol y a las 4 de la mañana, ya está de nuevo iluminado, como si te robaran vida, o en este caso, sueño, todo bajo un sol inclemente y un calor de mierda.  El ciclo circadiano y el despertador biológico reclaman. Soy el antónimo de un vampiro, me activo como si fuera una öko-bio person, que funciona con luz solar y energía  limpia y renovable.

Glitch zwei:  Ayer nos íbamos para Amsterdam. Bajamos y subimos gradas con rodo el chunchero, compramos sanguches y agua (sin gas) para el camino,  desayunamos de a parado, nos acomodamos a esperar. Cinco minutos antes de que el tren llegue, nos damos cuenta que estamos corridos no 20 cm o 20 mins. No. Un día completo. Este no era el tren ni la fecha ni deberíamos estar ahí. Estallo en furia y chicha, me ataco por bestia. Lo que había sido un temblorcillo de ansiedad cuando vi las pantallas desconfiguradas de la estación, es ahora  un terremoto. Empiezo a hiperventilar y pensar en quéhacercómohacerquéhacerquéserádemí hasta que mando un mensajito de texto y podemos volver al lugar que llamo casa, donde me puedo reír del error y se me pasa.

Glicth drei: Duermo casi cinco horas.  Debe ser todas las que estaba debiendo de pesadillas previas.

Glitch vier: Antenoche fuimos a un Biergarten de despedida. Cuando Julian pregunta si es cierto que los argentinos son arrogantes y depresivos, le cuento en alemán mis mejores chistes del ego porteño, pero no se traducen como yo quisiera. Le veo la mirada del sonido de los grillos porque el humor no se traduce. Nos robamos un menú, un souvenir único y exclusivo y nadie se da cuenta.  No me lo robo yo. Solo dije que me gustaría llevármelo y los amigos alemanes se encargan del resto.

Glitch fünf: En el país del orden y de la perfección, el país que hoy es de nuevo el bully a punta de billetera gorda, internet falla más que Kölbi, es difícil conseguir chip prepago, los trenes se atrasan o simplemente no aparecen, hay cambios repentinos en los horarios, las estaciones centrales tienen goteras,  la gente maneja peor que en San José, se desmorona el mito de cruzar solo por la esquina y con el semáforo en rojo, hay muchos indigentes y los niños adictos deambulan entre las mesas de los restaurantes de turistas pidiendo con gestos algo que comer, pero sin recurrir al robo amparado al descuido.

Glitch sechs: Un mesero le grita a Marcelo “¡Chileno!” cuando le ve la camiseta. Se alegra tanto de ver a un compatriota extranjero como si se estuviera encontrando con un hermano. Nos quedamos a comer ahí y la otra mesera nos dice que ella también es chilena y cuando le hablamos en español, nos dice que casi no puede hablarlo, porque nació en Chile, pero creció en Francia y ahora vive en Alemania. Igual está feliz de encontrar a otro que comparte con ella el lugar de nacimiento en el pasaporte y punto. Parece que todos los exiliados en todas partes del mundo le repitieron  sus hijos lo mismo que Marcelo escuchó tantas veces de niño: “Nosotros somos chilenos. Un día regresaremos a Chile”. El regalo y la herencia de una identidad nacional fuerte.

Glitch sieben: Las ensaladas parecen hechas con toda la hierba mala que crece en las vías del tren, me caen mal y me aflojan la panza.. También las cerezas y me las como todos los días, en bolsas de un kilo. Me encanta el revoltijo del currywurst callejero, con sala de tomate, curry, salsa inglesa y papas fritas pero es muy pesado. Para eso traje enterogermina, pero no me dura.  Tomo agua del tubo porque no me gusta la gasificada y para darle la oportunidad a mis bacterias estomacales de regenerarse y que vuelvan a tomar control de la cosa.

Glitch acht: Vamos al Museo de Historia y recuerdo porqué era que no me gustaba. No tengo paciencia para un recorrido detallado y cuando llego a la sección del Nazismo y la guerra, ver tanto artefacto original, me estresa, me para el pelo y me entra la taranta. Los uniformes, los posters, los cuchillos, los peridódicos, las fotos, los diroamas. La carta elaboradísima de “A nombre del Führer y del Tercer Reich Alemán me veo en la obligación de informarle que a pesar del examen realizado de conformidad con la legislación vigente y aplicable de forma obligatoria para determinar si usted es o no de ancestraje ario, las pruebas demuestran que no lo es, nunca lo ha sido y no lo será jamás”. Tanta vuelta para decirle que se de por muerto. Quiero irme ya. No me importa haber constatado que Alemania vivía en un perpetuo caos desde incluso antes de la Primera Guerra, que en todo caso no justifica nada.

Hay una estrella original amarilla, que dice Jude. Las tablas con las que se hacían las valoraciones para determinar si alguien era o no ario. Pienso en mis amigos paisanos, altos, rubios o pelirrojos, de ojos azules, que perfectamente hubieran pasado la prueba de no ser por estar circuncidados y porque probablemente no habría renegado de los orígenes hereditarios (o sí? Y yo?) para salvarse. Los judíos que perseguía el prejuicio eran de pelo y ojos oscuros, más parecidos a mí que a los machos que nosotros les decimos polacos.  En la calle, un muchacho con una camiseta de Juden für Jesus reparte panfletos.

Glitch neun: Hay una generación de hombres que se enamoraron y aprendieron a querer a mujeres que fueron violadas por los rusos. A los hijos que tuvieron muchas de esas mujeres y que quisieron como propios. A la cicatriz de este trauma y de tantos otros. ¿Qué es normal en este país? ¿Quién es una persona promedio? ¿Qué piensan ellos de nosotros? ¿Creerán que somos el prototipo de los latinos? ¿Juzgarán a América por dos almas? ¿Qué le deja uno a los demás cuando viaja?

Glitch zehn: Puede ser el calor, la caminada o la deshidratación, pero me siento como si flotara en el aire. No es una sensación agradable, es como la que precede un desmayo, pero sigo caminando. Se ve todo como a través de la neblina. El cuerpo reacciona y me lleno de repente de espinillas.

Glitch elf: No hay gerundio en alemán. No puedo decir estoy viviendo. Falta esa sensación de movimiento en el lenguaje y a pesar de que todo lo planean por anticipado, el idioma no les permite una condición permanentemente activa (estoy soñando)  sino apenas una descripción estática. No hay un esfuerzo personal en la acción, es algo que les pasa.  La gente llega a las estaciones de tren a la hora en punto y tal vez por eso no hay sillitas para esperar sentado. Las maletas son pequeñas porque es uno el que tiene que andarlas jalando y hay gradas y muy poco espacio. Se viaja ligero.  No se desperdicia nada. Se compra lo que se necesita porque las refris en todas las casas son sumamente pequeñas, como las que se usan en una oficinita. Por eso tampoco hay hielo.  A pesar de tanta cultura de previsión, precisión, planeamiento y organización, el idioma y la vida se vive al día.

Glitch zwölf: Aunque he pulseado viajar sin pagar en el metro todos estos días, Marcelo insiste en el ritual de comprar la tarjeta y marcarla. Ayer nos revisaron y resulta que los tiquetes no tenían sello. Nos bajaron del metro, nos quitaron los pasaportes, nos cobraron una multa, por cabeza, de 60 euros. Eran 3 con pinta de turcos, vestidos de civiles para atrapar pasajeros incautos. Marcelo trató de discutir y casi llaman a la policía. Yo le decía al tipo  dulcemente “Carepicha, darif ich meinen Pass zurück haben?” o sea, que me devolviera el puto pasaporte de una vez. Y el mae, sorprendido de que le hablara en otra cosa que no fuera inglés, diciéndome en alemán que me lo devolvía apenas le pagáramos. No sé si fue racismo de ellos, estupidez nuestra o mala suerte localizada.

Justo cuando me suelto a hablar alemán, ya sin pena y recupero mis declinaciones, nos vamos.  Hoy el verano toreado berlinés amaneció a 15 grados y lloviendo.

 

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Gotitas de lluvia

2 respuestas a “System Glitchen”

  1. Me encantó

  2. Me hiciste sentir que iba con ustedes en el viaje.

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