- La brisa fría del aleteo de las alas del pajarito negro en mi pecho, que delata el merodeo de un ataque de pánico.
- Una tristeza profunda, pero corta. Porque ya sé que hay cosas peores, como cuando te despertás después de una cirugía y te dicen que había cáncer. Porque es la primera vez que veo cómo funciona: Ya no le tengo miedo al que grita o patalea. Me siento triste, mal, sola. Pero no me dura. Hay cosas peores.
- Ver a la muerte a la cara y enfrentarla. Sentir la cortina pesada que me asfixia la sonrisa. La solemnidad, la inmensidad, lo definitivo. Darme cuenta que nadie más y solo yo la está viendo y que los demás hacen todo el barullo posible para ignorarla. Decirle que la reconozco aunque la haya visto pocas veces. Saber que se ese ser humano se está yendo y en lugar de aterrarme, decirle desde el corazón que se vaya. Sentir una cierta naturalidad, una cercanía, una imposibilidad de detener el ciclo de la vida.
- Lágrimas que se salen solas al pensar en Alejandro. Sigo sin entender que porqué lo estoy queriendo y si lo quiero a él o a su recuerdo.
- Un final de cuento reparado: La cucarachita lo siente, pero no lo llora. Colorín colorado.
Conceptual incomprensible
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desde la isla de
Gotitas de lluvia
Una respuesta a “Conceptual incomprensible”
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A mí también se me salen las lágrimas al pensar en “mi” Alejandro. Tantos años sin él que no puede ser que lo eche de menos porque los recuerdos son muy vagos, pero que me hace falta, eso no lo puedo negar. Con su partida aprendí demasiado pronto a sentir ese vacío que no se llena con nada.
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