Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Cuando setiembre es 6

desde la isla de

Este año te adelantaste. Llegaste en un sueño con la sonrisa pegajosa de la que todos hablan, en lugar de venir envuelto en la neblina triste que me ahoga siempre que viene esta fecha.

Estabas en mi casa, vos, sonriendo, un muchacho moreno, alto, de ojos que brillan y que cambian como los míos cuando le cambian los sentimientos. Un muchacho, sí, porque vos estás eterno en los treinta y dos años que tenías cuando el infarto.

En el sueño, por primera vez, yo era yo con mis 42 años, 10 más que los tuyos. Y eras vos porque te reconocería en cualquier parte y porque eras más alto que yo y en el sueño yo tenía la sensación física de esa diferencia.

Entraba a la casa, a esta casa y ahí estabas vos. Te preguntaba que estabas haciendo aquí y me decías risueño “¿Qué? ¿No puede venir tu papá a verte?” y me decías que estabas feliz de verme después de tanto tiempo y que estabas feliz de saber que la cirugía había salido tan bien e ibas de cuarto en cuarto para ver todo y reconocer todo y alzabas la foto de Mimí y te llovían un poquito los ojos, pero seguías riéndote y admirando todo.

Entrabas a mi cuarto y me preguntabas si ahí íbamos a dormir los dos y yo veía pasar la foto de las mañanas juntos debajo de una sábana jugando a “Ahí viene el lobo”, pero te decía que cómo se te ocurría que íbamos a dormir juntos, que qué le iba a decir a Marcelo y vos me decías que Marcelo iba a entender porque ¿cada cuánto venía tu papá a verte? ¿qué tenía de malo que quisiera dormir con vos? Pero al final aceptabas dormir en el otro cuarto, donde está tu retrato y las fotos de cuando Ella y vos se quisieron tanto y fuimos los tres un tiempo corto hace tantos años.

A la mañana siguiente yo me levantaba y te veía en el baño de visitas, paño a la cintura, rasurándote, feliz. Y yo sorprendida de ver que seguías ahí y que no había sido un sueño dentro del sueño donde te estaba soñando. Y ya listo me seguías otra vez por toda la casa y me decías “¿Y Ligia? ¿Cómo está Ligia? Quiero verla. Llamala. Decile que venga, pero no le digás que estoy aquí”

Yo te decía que era una locura, pero me convencías como un chiquillo travieso y yo la llamaba a Ella, que me reclamaba y se quejaba de tener que venir hasta aquí, pero igual venía y cuando te decía que ahí estaba el carro de Ella, vos insistías en ir a abrir para darle la sorpresa y salías llave en mano para abrirle el portón y para darle un abrazo y Ella, Ella que cumplió este año 70, se transformaba con esa facilidad de magia que tienen los sueños en la muchacha que dejaste vos cuando te fuiste, y lloraba y lloraba de felicidad de volver a verte, saliendo de mi casa, con una llave den la mano, a recibirla y que fuéramos otra vez los tres, por un rato.

Algo ha venido pasando que en mis sueños ya te veo la cara, te veo sonriendo, no te reclamo haberte ido, me alegro de verte, te veo vivo y no fantasma. Vos seguís siendo el papá y el hombre que veía a través de mis ojos de niña tres años. Debe ser que soy yo la que he crecido, queriéndote, desde siempre.

 


Gotitas de lluvia

2 respuestas a “Cuando setiembre es 6”

  1. Qué sensación tan extraña llegar a tener más edad que tu papá, ¿no? Con sueños como esos, realmente se siente que la experiencia fue real y tangible. Me hacen sentir acompañada.

  2. Sin palabras… me dejaste mudo.

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