Le decían el Delfín. Se paseaba arrogante por los pasillos de la institución que le asignaron, con trajes caros, zapatos caros, relojes caros. Todos los empleados lo saludaban con respeto. Salía con frecuencia en los medios. Las muchachas suspiraban cuando lo veían pasar, deseando la oportunidad de un algo.
Le decían el Delfín porque lo estaban preparando para el poder. Iba en ascenso directo, protegido, apoyado, creándole la imagen de capaz, preocupado, visionario. Para estas elecciones o las que sigue, hubiera sido electo presidente.
Le decían el Delfín pero era, claramente, un Tiburón e igual de sanguinario, traidor sin asco y peligroso. La piel brillante que disimula las espinas delgadísimas que cortan. La sonrisa encantadora de doble fila. Los ojos brillantes por las razones equivocadas. El deseo de hacer sentir su poder cada vez que pudiera.
Un día cualquiera, en una reunión cualquiera, me ofreció un trato. Ese día, yo todavía creía en el sistema y en la justicia y que si uno estaba del lado del bien, nada malo podía pasarle nunca. Ese día, yo todavía creía en santos que orinan y vivía en un mar muy tranquilo que apreciaba a través de lentes teñidos de un suave color soa. Le dije que no. Le dije que no hacíamos esas cosas. Me levanté y me fui dejándolo con la palabra en la boca. Me temblaban las piernas y llegué casi llorando a contarle a mi jefe lo que había pasado.
Dos semanas después de esa reunión salieron los primeros titulares. Y siguieron saliendo por varias semanas y varios meses. El Delfín de nuevo en los medios, pero ya sin adoración ni complacencias. Esta vez, expuesto y señalado como el tirburón que era.
Ayer me lo encontré de causalidad y paró y me llamó por mi nombre y quiso hablar conmigo. Yo no quería. No me gustó la vibra. Pensé si sería por saber yo que él había estado en la cárcel, pero no era eso. Pensé si sería la impresión de ver al delfín convertido en un pequeño pececito de color indeterminado en una poza de pueblo. Pensé si la experiencia lo habría cambiado. Me intrigó porqué recordaba mi nombre después de tantos años. Mientras me hablaba y yo disimulaba oírlo mientras quería salir corriendo, recordaba esa misma actitud superior en una reunión cualquiera de un día hacía mucho tiempo. Y luego, los titulares. Cada uno de ellos.
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