Hoy mi papá habría cumplido 70 años. Sé exactamente cómo se vería, porque estando adolescente vi una foto del papá de él en la casa de mi tía abuela Angelita en Santa Ana. Se veía igual a mi papá e igual a mí, solo que con canas y anteojos. Es la única vez que he visto su cara proyectada al futuro de esa foto blanco y negro. Todas las demás fotos se detienen al año 32, cuando murió y de ahí hacia atrás. Su primera foto es de niño descalzo haciendo la primera comunión en la iglesia de La Merced.
Hoy, mi hermano habría cumplido 38 años. Nació el día del cumpleaños de mi papá, en el año que mi papá murió. No sobrevivió 10 horas. Era un niño prematuro que habría quedado con retraso y daños irreparables. Mimí siempre me dijo que ella lo bautizó con agua del tubo para que pudiera convertirse en un angelito y le puso Manuel de Jesús, que es como se le pone a los niños que no les va a dar tiempo de aprender a sonreír, a caminar, a decir mamá ni a jugar escondido.
Me pasa que un día como hoy o el día en que él murió, me siento rara todo el día. Con necesidad de hacer algo pero no hago nada. Como esperando algo. Si creyera en fantasmas, es más, si creyera que él es un fantasma hasta diría que lo siento más cerca. No me siento triste, me siento como que algo me falta. Como que no sé cómo reaccionar a un día así.
Usualmente es un día callado, donde a cada rato me topo a mí misma pensando y dándole cuentas a mi papá en la cabeza, de quién soy, dónde estoy, cómo me siento. Ya no me hace falta decirle que no me hallo sin él porque es una sensación a la que sí me he acostumbrado.
A veces me pongo a escuchar canciones de los dos, las que él bailaba conmigo. A veces, escucho amor eterno en loop hasta que lloro. Este año pensé, por primera vez, que él y Mimí estaban juntos hace tiempo. No sé porqué no había hecho todavía esa relación ridícula.
El domingo pasé por una de mis hermanas para ir a nadar. Yo iba media dormida, con las arrugas de la almohada marcadas en la cara y bostezando cada doscientos metros. Cuando pité, la que salió fue mi mamá. He ido cada domingo por casi seis meses y ella nunca sale. Siempre está dormida o haciendo algo más importante.
Este domingo salió e insistió en verme. Desde el portón enfocaba los ojos mientras yo china del sueño no entendía que era el enredo. Cuando le pregunté a mi hermana me dijo que no sabía, pero que mi mamá había insistido no solo en saludarme. Quería verme.
Ese día yo no estaba consciente- por el sueño- de la cercanía del cumpleaños de Alejandro. Fue tan raro y tan poco usual en ella, que no tiene nada de maternal, esa necesidad de verme, que se me ocurre que no era a mí a la que quería ver. Era a él.
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