Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Carta a un amigo

desde la isla de

Vos tenés que creerme cuando te digo que es posible que sea cierto. Que le gustés mucho a ella. Sí, yo sé que es una valkiria. La he visto. Perdé cuidado, jamás le voy a decir nada. ¿Qué importa que sea tan linda? ¿Acaso las mujeres bonitas no se enamoran?

Si solo la gente bonita tuviera derecho a coger, estaríamos muchos muy solos. Además, revisate en el espejo. Mejor aun, cambiá el que tenés. Porque no estás viejo, ni gordo, no tenés pelos en las orejas. Y en el peor de los casos lo gordo se quita con ejercicio y cerrando el pico. La pelambre, con tijeras. Y cuarenta y pico no es tanto aunque ella no pase de treinta. Además, date cuenta: ella te quiere así, como te ve o como vos te ves. No ha pedido cambios.

Yo me imagino cuando te ve a los ojos, y los ve suaves, aterciopelados, color avellana y se pierde, literalmente y en un viejo cliché, en tu mirada. Me imagino como le cimbra la sangre cuando le decís cosas lindas, en tu voz de hombre grande, y le hablás con palabras y deseos que solo se leen en libros eróticos. Eróticos de verdad. De los que pensás que no hay gente que hable así en la vida, pero hay.

Me imagino, porque lo sé, que se maravilla oyéndote hablar de libros, de teatro y de música. Cuando te ve distinto a lo que haya conocido o dejado de conocer. Sé que ríe en voz alta con tus ocurrencias. Sé que tenés intacto el poder mágico de hacerla reír.

Yo no voy a ser quien te diga que no hagás nada. Ya te sobrará gente, moral y religión que te diga pecador o hipócrita. Yo no te juzgo. Yo solo te digo que tenés derecho a sacarte un clavo de años, a darte permiso, a disfrutarlo, a dejar de ser el cazador y a abandonarte a la condición de presa. A sentirte deseado, afortunado de que tu diosa germana te haya escogido a vos.

No te meto carbón. Quiero nada más que tengás una opinión distinta. Porque estas cosas pasan por mil razones y sí, a veces es por amor, aunque sea un amor de un par de días. Y la gente tiene derecho a amar sin culpa y sin moralina.

Eso sí, avanzá con cuidado, porque estas cosas se te salen a vos y a todos muy rápido de las manos. La vida se te va a partir en dos: una donde solo existen vos y ella, que es apenas una ilusión que la puede romper una llamada inoportuna, un conocido en una soda, tu mano con el anillo de bodas. Y otra, distinta, donde existe todo lo que has conocido hasta ahora.

Vas a conocer un miedo nuevo, ambivalente y contradictorio: el de que te deje ella y se entere la otra. Vas a querer que todo quede intacto, que nunca nada cambie, que siga siendo perfecto. Pero hay cosas que al tiempo no le da la gana.

Yo voy a estar aquí por si querés contarme. Porque estas cosas no se cuentan, yo sé, pero a la vez callarlas hace que uno se quiera volver loco y se descuide con los detalles.

No te pasés películas. Un día a la vez, como los borrachos. Y apenas veás que la cosa se complica, retirate como el caballero que sos, sin lastimar a nadie, sin escenas ni alborotos. No importa que quedés mal. Lo que importa es que no la lastimés a ella.

No, no soy una alcahueta. Soy a veces una chiquilla ilusionada por verte tan contento. Soy una amiga que comparte tu alegría prohibida. Soy un mae en una mesa de tragos analizando los comportamientos de una hembra. Soy quien te dice confesate aunque no estés arrepentido, para manejar la culpa. Escribí, salir a correr, tené cuidado, no confundás los nombres.

También soy mujer y aunque tal vez en algún momento me metí en un enredo similar, hay cosas que no sé. No sé a dónde podés ir que no sea un motel y sé que un motel es un lugar horrible y degradante para la mayoría de las mujeres. Pero por dicha está el Patán, que disfruta muchísimo sirviendo de padrino, pregunta quién es el huevón que parece quinceañera a punto de que se la cojan por primera vez (sí, muy crudo, yo sé) y después da instrucciones precisas de qué hacer. A él es al que llamo cuando pasa algo que ninguno de los dos logramos descifrar y el ofrece la respuesta de su experiencia, que a su edad y con lo guapo que fue, dejame decirte que es mucha. Siempre me pregunta por vos. Cómo está la quinceañera, me dice. Y me pide detalles, pero yo no se los doy.

Soy la persona que está ahí. Que no te va a dejar y que no importa que nadie se de cuenta. Soy la bruja que adivina lo que sigue, la forense conductista que analiza gestos y señales.

Y me alegra, ¿sabés? Tener la oportunidad de hacer algo por vos. Porque vos has hecho tanto por mí. Sobre todo en aquellos años tan oscuros y confusos para mí, hace veinte años, cuando te trataba de explicar con el único lenguaje que manejaba, el de los cuentos de hadas y te hablaba de una princesa triste, encerrada en una torre gris, rodeada de sus propias espinas envenenadas. Vos me tuviste paciencia, me oíste, me acompañaste y hasta me enseñaste a  arrancarme de la jaula del complejo y de lo desadaptada.

Lo otro. Dejá por favor de reclamarme que te rompí el corazón hace tantos años. Si lo rompí, es porque en ese tiempo no podía hacer otra cosa, hubiera roto el tuyo y el de cualquiera, porque no encontraba el mío de tanta astilla que tenía incrustada en el pecho.

A cambio, hoy, que estás en este dilema, te ayudo a sostener el tuyo, que late a dos ritmos, desbocado de la novedad un rato y relajado de costumbre al siguiente. Si esa mujer (cualquiera de ellas) te lo llegara a romper, ahí estaré yo para recoger los pedacitos.

Sole

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Gotitas de lluvia

Una respuesta a “Carta a un amigo”

  1. La ilusión del enamoramiento te hace sentir de quince años aunque tengás 70… y cometer errores infantiles que en otras condiciones y bajo control absoluto de las emociones y de las circunstancias uno no cometería!!!!

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