Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Mulata del Caribe

desde la isla de

Hace diez años, más o menos, yo volvía de la Isla. Mientras recorría el aeropuerto de Panamá, la gente de volvía para verme. Algunos me aplaudían. Otros me veían con aprobación. Un chiquito me pidió un autógrafo. Claro, yo pesaba 10 kilos menos. Pero no era eso. El día antes, me había comprado el buzo Adidas del equipo olímpico cubano, específicamente el que era de Javier Sotomayor. Por eso me quedaba. Los dos hacíamos jareta, o mejor dicho, él me llevaba ventaja porque era un poco más alto. Yo no encontré nada mejor que encaramarme la jacket para devolverme a San José. El impacto y el respeto que imponía la bandera de la estrella en mi espalda era impresionante. Me admiraban porque me confundían. Creían que yo era una de las mulatas del Caribe, campeonas olímpicas del volleyball cubano.


En la aduana, explico que la maleta llena de medicinas es para un comité de defensa de la revolución. Casi nos revisan caja por caja. Mis conocimientos de hipocondriaca me permiten explicar casi todo. Me enseñan un uñero claramente infectado. Receto y regalo una caja de antibióticos, haciendo nota metal de confesarme luego con mis amigos médicos y verificar que esa medicación mía no vaya a matar a nadie.

Otro está cerrando una bolsita de tela blanca bordada. Un oficial dice “Son cosa ‘e santo”. Santería! Yo paro las antenas a tiempo para oír al pasajero, también un cubano, decir que sí, que son cosa de Oshun. No puedo vinear más tiempo porque me interrumpen con un “Nacionalidá?” y yo, costarrica, voy jalando.

Esta vez vinimos por la experiencia de turista comemielda. A hotel internacional. Tour de bus con aire acondicionado. Presos cubanos convertibles al tipo de cambio del Euro. 8 dólares por hora para estar interneteando.

Hay pocos carros en la calle, pero más que antes y más nuevos. Hay mucha brisa y mucho olor a sal. En el supermercado hay mil cosas que vienen de Asia que nunca hemos visto. Hay música llena de sabor que es un super éxito que nunca hemos escuchado. Hay vagazos, parias de la revolución que se te acercan a ver si les regalás un dólar.

Tengo una ansiedad horrible de comerme todo lo que me pongan sobre el plato en lugar de la usual malacrianza de probar y dejar el resto. Me incomoda preguntar si tienen coca lai o su sucedáneo. Me siento sin derecho a exigir, a quejarme, a preguntar nada. No quiero molestarlos y sin embargo vine.

Soy una isla en otra isla que viene a vivir la experiencia turística comemielda esperando ver, aunque sea un poquito, la experiencia revolucionaria. Hoy duermo en un lugar de América que no tiene publicidad, no tiene problemas de seguridad como los que conocemos nosotros. Pero más importante que eso, duermo en un cama, igual que todos los viejitos cubanos. Igual que todos los niños que viven en este país.

Ya lo dijo el comandante en jefe: Todos los días, miles de niños duermen en las calles. Ninguno de ellos es un niño cubano.


Gotitas de lluvia

3 respuestas a “Mulata del Caribe”

  1. Y todavía hay gusanos que quieren salir!

  2. Cuba no es para nada como te la cuentan Montaner y Ulibarri. Por un bloqueo que es totalmente absurdo que mas bien parece un juego de gallina que otra cosa falta pintura aca y allá, si, pero tambien gracias a eso la habana tiene aspecto de realismo mágico mezclado con algo de picasso que ya se lo deseara san José. Pero aparte de lo superficial creo que pasarán muchas décadas antes de que alguien se pueda sentir tan seguro en san José a las 10 am como uno lo hace en la habana a las 10 pm.

  3. “Presos cubanos convertibles al tipo de cambio del Euro”. Freudian slip, my dear? Or pun intended?

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