Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Good Bye Lenin o aventuras en la RDA

desde la isla de

Si hay algo que me ha dejado esta visita a Europa, es la preclara convicción de que los museos donde uno demora más de dos horas recorriendo un solo salón y sale agotado como si hubiera corrido un maratón, no me gustan. Por eso me escabullo de las actividades culturales que implican ir a ver más cuadritos, famosos o no y me armo mi propia agenda.

Este sábado, armada de jacket, bufanda, boina y kleenex para las candelas, me dispuse a hacer mi propio recorrido por el antiguo Berlín Oriental. Empecé por el Museo de la DDR, que queda a orillas de río Spree. Hice ejercicios de calentamiento y todo, en vano, porque el museo e sprivado y chiquitititillo. Sin embargo, tiene una colección interesante sobre la forma de vida en la DDR y hasta reconstruyeron un apartamento típico de la época, con todos los chunches y los muebles. El museo se describe a sí mismo como un museo donde uno todo lo puede tocar y así tener una experiencia más directa sobre las cosas. Es más cultural o social que histórico.

Descubrí que al parecer esto de andar chingoleto, es una importación de la DDR, donde a falta de algo tan capitalista como los vestidos de baños, en las vacaciones la gente se metía sin nada a lagos y mares. Además así se tomaban las fotos para recordar el paseo.  Y por supuesto, así los exponen en el museo.

Estuvo interesante poder ver de cerca cómo vivían, con qupe jugaban los niños, con qué aprendían. Los niños, al giual que en Cuba, eran denominados pioneritos y usaban un uniforme muy similar. Como dato curioso, desde el kinder los llevaban como a un baño comunitario donde los sentaban a todos en una banca con huequitos y nadie podía levantarse hasta que el último de los chiquillos hubiera hecho sus necesidades. Esta práctica estaba hecha para insistir en que todos eran iguales y en la necesidad de apoyarse como grupo, pero ha sido muy criticada y alguna gente cree que el origen de los neonazis del este de Alemania está precisamente en esa práctica infantil. Un poco volado, diría yo.

En el museo se puede comprar además los productos de Alemania Oriental, con el mismo sabor y las mismas etiquetas, pero a fabricadas y a precio de la Alemania reunificada. En realidad hay muchísima nostalgia por la DDR, la gente dice que es solo por la comida, pero en las protestas o cuando hablan desde el corazón, la nostalgia es además por una vida más simple, muy dura, eso sí; pero sin tanto consumismo, porque no había qué consumir. Y cuando uno no tiene nada- me explicaban el otro día- entonces las cosas más valiosas son aquellas que precisamente no son cosas y entonces las relaciones eran mucho más genuinas.  Se reclama además que antes, en la DDR, al menos las necesidades básicas estaban cubiertas. Ahora llevan 20 años siendo el pariente pobre y arrimado, con el capitalismo restregándoles en la cara todo  a lo que no tienen acceso.

Gotitas del saber: En la DDR se celebraba el día de la capitulación alemana en la segunda guerra mundial. Sigamos con otras intrascendencias:

Me fui caminando hasta llegar al East Side Gallery, todo el tramo por Berlín Oriental. Aunque han pasado 20 años, la diferencia se siente, se siente muy fuerte. En Berlín oriental las cosas estaban hechas para que uno se sientiera como solo, abandonado. No es ese amontonamiento en que nos fascina estar a los latinos, no. Son edificios fríos, sin vida, muy separados uno de otro, que dan la idea de estar abandonados. De nuevo pensé que ante esa imposición del gobierno, ese querer hacerte sentir que estabas solo en el mundo, la gente recurría entonces a lo más primitivo: otras gentes.

La galería es interesante. Está recién renovada y se ven los cuadros más famosos, los del aprete del ruso con el alemán, el trabi atravesando el muro, la gente en pelota atravesando el muro y muchos otros mensajes de paz y de unidad. Este muro estaba del lado oeste y por eso se podía pintar tranquillamente.

Por andar pajarando, crucé un puente muy bonito de piedra roja. A medio camino paré para ver el Spree y el paisaje y una estatua que hay en medio del río de dos hombres gigantes abrazándose, el reencuentro de un solo pueblo en el río que los separó.

Cuando crucé al otro lado para tomar el tren, al principio me parecio que estaba en un lugar bien folclórico. Muy colorido, con cafés, tiendas, galerías, con gente en grupos hablando en la calle. Pero al acercarme más, pude confirmar, por un lado que tal vez ya necesito anteojos y por otro, que en realidad estaba en algo como el Harlem berlinés, en Kreuzberg. Lo colorido era graffiti, sobre todas las cosas posibles, calles, puertas y personas (totalmente tatuadas). Las tiendas eran lugares de empeño o donde venden miles de chunches a precio de topador. La gente que hablaba en la calle eran punks, rusos o turcos.

Yo apostaría que uno de ellos me dijo “mami rica“, a juzgar por el tono, aunque también me pudo haber dicho algún insulto racista. Si me lo hubiera dicho en alemán, en la de menos me defiendo o cuento el cuento más exacto después de revisar el diccionario, pero con esos lenguajes eslavos o sánscritos, nunca se sabe!

El lugar se veía tan agresivo, que hasta susto me daba sacar mi mapa. Como la parada no aparecía, no me quedó más que exponer mi condición de turista. Apenas me ubiqué, salí volada para la estación. A medio camino vi venir un pastor alemán casi tan guapo como el mío. Es el primero que veo en Berlín. Aunque los perros y sobre todo los zaguates abundan (viajan en tren y todo con los dueños), parece que los pastores alemanes traen malos recuerdos porque eran los perros que usaba la SS, luego la Stasi y además patrullaban el muro.

La cosa es que iba a pedir permiso para tocarlo, cuando el cerebro me dio para chequear al dueño. Era un skin head, de los de a de veras, cocoliso, de camiseta blanca, pantalón rojo picapollo y botas militares y cara de si te me acercás te mato. Del susto yo me debo haber puesto tan blanca que hubiera pasado por alemana de pura cepa.

Mientras esperaba el tren, confirmé que la cosa en el barrio era ruda y que por aquí anduvimos Marce y yo de lo más ingenuos buscando un mercado de las pulgas por insistencia mía, que yo además quería volver a visitar. Además el siempre presente graffiti, unos rusos hablaban a gritos y se tiraban botellas. Dos adolescentes estaban jugando a escupir desde un balcón a la gente que pasaba por debajo. Las mujeres musulamanas no caminaban solas ni levantaban la vista, como para no atraer la atención.

Y yo, agarrada a mi jacket y a mi mapita, le daba vuelta a quién rezarle para que me sacara sana y salva. De lo que he leído en los periódico, ahora que ese aterro de ateos quieren quitar a Dios hasta de los pasaportes, uno tico en desgracia en el extranjero tiene pocas opciones de salvación divina.

Para reponerme de todo el enredo, decidí que me merezco un descansito y ya tengo mis tiquetes. El sábado me voy a Praga.

 


Gotitas de lluvia

4 respuestas a “Good Bye Lenin o aventuras en la RDA”

  1. En todas partes se cuecen habas… según ese relato es como ir a pasear a La Carpio…

    ¡Y qué cosas!, la gente extraña los “viejos tiempos” por más duros que fueran… lo que no tiene dinga tiene mandinga…

  2. Vos sabés que cuando estuve en Tibet llegué a una conclusión similar a la tuya. Según los libros de aquella época, el ingreso per cápita era algo como $120 anuales. Y sin embargo veías que no se trataba de un lugar mísero, y se percibía que la gente, los tibetanos, a pesar del dominio chino nada benevolente, son gente feliz con la mano que les tocó jugar. Yo no imagino sin un montón de gadgets, pero por circunstancias de la vida hace un tiempo pasamos 4 meses sin TV en mi casa, y vieras cómo mejoró la calidad de vida familiar… Lessons to be learned everywhere.

    Por otra parte, no te torturés con lo que te haya podido decir ese skinhead/ruso/eslavo/cirílico; te dijo Mami Rrrrrrrrica y ya!!!!!

  3. Por cierto, me puse a ver unas fotos de la estatua del río Spree, y vieras que dependiendo del ángulo que la veas, se ven tres hombres y no dos…

  4. Terox: Digamos que La Carpio en un país desarrollado, sí. creo que no extrañan las cosas malas, pero en Alemania prácticamente todo lo que sea de la DDR es desvalorizado, motivo de burla y discriminado, aun 20 años después. Es gente que perdió toda su referencia cultural y social, sus trabajos, sus formas de vida y que llevan 20 años mal, pagando haber vivido bajo un régimen que ellos no escogieron. Hoy cuando a sus 55 años se ven sin trabajo, en malas condiciones, sus hijos sin estudio y piensan en lo mucho que les queda por vivir, evidentemente añoran los tiempos en los que al menos no estaban tan mal.

    Dean: Perfectamente pueden ser tres hombres. La escultura se llama el hombre molecular. Yo llevo un mes sin ver tele y vieras que también, siento la diferencia, ese back to basics es muy aleccionador.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *