Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sole, exponente de la nueva cocina costarricense

desde la isla de

Porque tengo de hocicona lo que tengo de altura, me ofrecí, muy gallita, a hacer gallo pinto, una especialidad realmente exótica para mi casera, quien ha sido demasiado amable conmigo.

Para cumplir mi promesa, tuve que rastrear por todos lados los cabrones frijoles negros, hasta que encontré medio kilo en una de esas tiendas donde todo es BIO. Ya me imaginaba yo que vendrían con todo y gorgojos- proteína natural- incorporados, pero no. No tuve ni que seleccionarlos.  Algo pasa en esta ciudad, pero no he visto ni una sola cuca u hormiga. Moscas, una que otra perdida por ahí.  Hasta falta me hacen.

Después de examinar casi dos horas las bolsas de arroz de todas las variedades (precocido, himalaya, tailandés, risotto, grano corto, mediano, largo), escogí al de tin marín de do pingüé el que se parecía más a Tío Pelón.  Pagué 4 euros por un chile dulce mamut y me quejé, por supuesto, de que no había culantro coyote. Quién puede cocinar frijoles sin culantro coyote, ah? Medio Kilo de arroz: 2.5 euros.  Los frijoles, sensiblemente más baratos: 2 euros.

Me di a la tarea de cocinar, que cualquiera sabe que no es precisamente mi habilidad más admirable. Los frijoles deben estar genéticamente modificados, porque se cocinaron a punta de hervor, en dos horas. Yo calculaba como cuatro y le eché tanta agua que hasta aguaditos me quedaron, paseándome de paso en la posibilidad de comer caldo de frijol con huevo para los días que vienen. Pero al menos no se quemaron y hasta el momento, no se me han agriado.

El arroz, sin olla arrocera, quedó masudo, obviamente, porque nunca he sabido calcular la cantidad exacta del agua. Además, hay una leyenda urbana que dice que la altura, presión, humedad y demás factores inciden directamente en ese conocimiento milenario. Pero de todos modos, estos machos no tienen forma de saber si el arroz estaba bien o mal hecho o si en Costa Rica comemos arroz masudo, así que lo dejé así.

Hoy en la mañana, bien temprano rumbo al super a buscar Salsa Lizano, porque no traje. Obvio, no había. Fue reemplazada con salsa Worcestire, que algo le hace, pero le falta esa patada a boca de cantina tica. Quería encontrar plátanos. No habían. Los bananos estaban muy pequeñitos como para pasarlos por maduros. Queso fresco. Tampoco. Tuvimos que conformarnos con un Gouda jóven.  Me arrepentí de no haber comprado un queso que parecía Turrialba anteayer en una feria por el Instituto.

Y me di a la tarea de preparar los frijoles, arreglarlos, revolverlos… de paso dejando la cocina como si la hubieran recién saqueado, con manchones de caldo de frijol y granos de arroz por todas partes. La pila hasta el seserete de cucharas y sartenes. Revolví, tosté, condimenté y probé hasta que aquellla pegazón me supo más o menos a casa y garroteando un sartén, anuncié que el desayuno estaba listo.

Cornelia, Gabrielito – sí, aquel del campanario- y yo, nos sentamos a un desayuno tico a la alemana, que  a mí me supo a gloria.  Por un lado, porque no me da el orgullo para reconocer que estaba desabrido. Y por otro, porque hace tantos días que no comía algo caliente que me reconfortó muchísimo. Me quedó suficiente para mañana y arroz para comer con tomate o aguacate (a precio de riñón humano), frijoles para hacerlos molidos, prepararme un casado, en fin, las posibilidades son enormes partiendo de que uno supiera cocinar, claro.

Ellos fueron muy educados en decir que les sabía sabroso. Probablemente porque al verme con un cuchillo de pan en la mano para el baguette recién comprado, no se animaron a exponer sus verdaderos sentimientos. Lo bajamos con un capuccino y con jugo de manzanas de las manzanas de la finca de Cornelia en el norte. De todos modos, a las 9 de la mañana ya hacía hambre.

Cornelia les ha contado a todos que yo me puse de cocinera, pero aun no me da el alemán para entender los comentarios adicionales.

Eso sí, si a ellos la cocina tica les sabe como a mí la alemana, estamos jodidos y mejor que vayan buscando kaopectate o buscapina para el dolor de panza de más tarde.


Gotitas de lluvia

8 respuestas a “Sole, exponente de la nueva cocina costarricense”

  1. ¿Y las tortillas? Por lo menos, los huevos si deben ser fáciles de conseguir…

  2. En virtud de haber sido expuesto (así, a lo cobaya de laboratorio, jeje) a lo que tu cuchara es capaz de producir; me atrevo a aseverar que los “machos” no solo no hubieron de correr a buscar los auxilios de la farmacopea, sino que de hecho deben haber saboreado el gallopintico con verdadera fruición.

  3. Terox: Las tortillas, como una exoticidad mexicana, a 3 euros el paquete de 10 y encima de trigo
    Oz: Favor que me hace…

  4. Sole,

    Lo que le falta a la Worshire para ser Salsa Lizano es el MSG. Y eso no creo que haya en Europa organica -prohibido, a lo mejor.

    Frijoles de lata, Sole, y el arroz tailandes que mas se parece al “nuestro”. Porque los ticos comemos arroz y frijoles de China.

    Bastante ajo, fresco o de pauqte. Y vayase a la tienda de condimentos hindues, ellos tienen mucho d elo nuestro:

    Y sip, lo de las tortillas es tragedia fuera de nuestros paises. Aca esta prohibido el queso tierno -peligro d contaminacion.

    Platano maduro? LOL. Talvez en Tailandia o Vietnam…. Esta prohibido su cultivo por el hongo no se que.

  5. JAJAJJA… cómo me hubiera gustado probar tu gallo pinto… mmm… a la alemana aunque sea… te mando un abrazote, y espero que disfrutes de tu estancia, y no sólo de los baños 🙂

  6. Para la próxima…lapulpe.com…eso si gastos de envío a precio de riñón como dices…

  7. ¿Y la natilla? ¿Dónde se quedó la natilla?

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