Ayer tuve que ir a Migración a sacar un permiso para la pasantía profesional que haré aquí. Además de la aventura de ir en bus y no perderme, al llegar fue como si estuviera pagando culpas por adelantado. Creánme: el infierno es un invento alemán y el demonio, se jubiló después de años de trabajar en este lugar y puso su propio negocio con todo lo que aprendió.
Vale que años de acudir a la consulta externa de la CCSS durante la infancia me sirvieron de preparación para mi travesía. Llevaba un número de oficina y una hora a la que tenía que llegar. Llegué 30 minutos antes por si las moscas. Y estuve 3 horas.
Resulta que si mi apellido es de la a a la K, debo esperar en esta sala. Si no, en la que está al otro extremo. Ok. Me voy a mi sala. Pero veo que están dando papelitos. Pregunto donde saco el mío y me dicen que en esa oficina. Entro y veo gente trabajando, que me ven pero que no me atienden. Cuando finalmente a una de ellas le da la gana, me grita que debería estar en la oficina que me toca, porque ya son las 9:02.
Me voy soplada y de mala gana me reciben los documentos, que por dicha y casualidad ya había ordenado. Y me mandan a la salita. Los números los llaman sin ningún orden. Puede ser el 43 o el 723. No importa. Espero y espero sin saber qué va a pasar.
En un momento oí algo como mi apellido y me levanté, pensando que estos machos no tienen porqué saber cómo pronunciarlo. La vieja roñosa me ve y como diciéndole a un perro, me grita “Setzen Sie sich!” o sea, siéntese! como 3 veces. Después de esperar aun más, me llaman como 4 veces a la salita y me hacen mil preguntas, todo en alemán rapidísimo. Ni yo sabía que podía hablar tanto alemán y mucho menos entenderlo.
La muchacha que me atendió resultó ser menos concha que la señora con la que compartía la oficina. La viejilla amargada hacía comentarios groseros como que no entendía porqué yo quería un permiso, que qué necedad la mía, se burlaba de mis explicaciones…yo sudaba como pollo al horno.
Al final me negaron el permiso porque tengo que registrarme con la policía. Me dieron una nueva cita para el lunes. Como pude entender que algo malo pasaba, muy calmada y educada pedí que me repitieran las cosas en inglés. Hicieron cara de “qué pereza con su alma!” pero accedieron, en un inglés macheteado y malo. Entonces yo abrí la boca y repetí lo que había entendido en inglés. Ahí cambió un poco la actitud, cuando vieron la forma en la que yo hablaba en un idioma que sí manejo.
Como no puedo estar tranquila y necesitaba sacarme el chichón me despedí diciendo “Gracias, han sido muy amables y pacientes conmigo”, en inglés, obvio y me fui al Instituto, les conté de mios aventuras y ellos me hacen el trámite pendiente.
Cuando llamé a la oficina de aquí para contarles, se querían guindar de la torre de televisión del Alexander Platz y morirse lentamente. Resulta que yo llevaba todos los documentos que ellos me habían indicado, pero por error de ellos- inadmisible en gente que idolatra la precisión y el orden- no me habían dicho nada del registro policial. Aunque no me quejé del trato que recibí, los diferentes correos de la oficina me pedían disculpas por la seguramente aterradora experiencia que había vivido. No los contradije. Parece que Migración aquí es el legado cultural Nazi en su trato a las minorías.
Cuando les dije que el trámite del Instituto dura una semana y que necesitaba otra cita, que con eso sí podían ayudarme, querían prenderse fuego y quemarse ante el Branderburger Tor. Porque resulta que es más fácil que me reciba Angela Merkel a tomar café que me cambien la cita en Migración… En fin, vamos a ver qué pasa. Hoy tengo reunión con mi mentor para la práctica y si al final no la puedo hacer, pues ni modo. Tampoco es que me voy a morir. Ya disfruto la ciudad lo suficiente como para encontrar algo interesante que hacer con ese tiempo.
De esta experiencia, aprende uno muchísimo de servicio al cliente, curiosamente inexistente en países desarrollados, a grado tal que casi parece racismo; sobre todo para gente como yo, que trabaja con mucho extranjero que llega nuevito al país. Algo que me dice que si así empiezan estas 8 semanas, yo llegaré a Costa Rica siendo otra. Y hablando alemán fluido, espero.
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