Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

SPQR: senado y pueblo de Roma

desde la isla de

O como decía Obelix: “Sono Pazzi Questi Romani“, que en las versiones españolas de Asterix siempre se tradujo como “Estos romanos están majaretas!”.  Esas son las siglas que vemos casi que en cada esquina.

Bueno, sí, soy una mal turista latina en las Europas y qué? Sí, me deshidrato después de caminar más de 12 horas a 38 grados y qué? Sí, me quejo de que me duelan las patitas y no creo que perder todas las uñas sea la prueba de la visita y qué? Si, ya me tienen hasta la coronilla los museos y qué?

Al ingresar al aeropuerto de Roma, se comprueban mis sospechas: Entre más hacia el oeste se mueva uno, más desorden, más duro hablan, más actitud de drama. Normalmente los aeropuertos no me dicen nada, pero este es distinto. Aquí ocurría mi cuento.

Yo pensaba que Roma era más grandota, pero no. En pocas cuadras tiene concentrado todo el origen de la civilización occidental. Para uno por cualquier lado y si pone atención a las placas o a la infaltable guía en la mano, se encuentra con sorpresas. “Esperate, que justo aquí mataron a Julio César!” “Y qué?” “Cómo que y qué? Aquello de la famosa frase Tú también brutus?, fue aquí mismitico!” un silencio. “Quéres otro helado?” “Bueno”.

Como en las primeras 10 horas recorre uno a velocidad de ventarrón lo que mis sofisticados amigos con experiencia europea llaman “lo mínimo”, no queda más que ir al Vaticano. Que por cierto se ve más grande y más bonito en la tele, sobre todo en la película de Angeles y Demonios. Aun así, impresiona. El Vaticano. Y pensándolo bien, también la tele.

Después de arrepentirme de querer subir a la cúpula a pata (porque además de eso, cobran) y de visitar las tumbas de los papas por debajo de la iglesia al equivocarme de fila, intento el ingreso triunfal a la catedral de San Pedro, solo para que me devuelvan en la puerta por andar en chores, aunque sean como los míos, a media pierna. Resulta que aquí se exige vestidura modesta y apropiada para ir a echar un ojito. Bajo las gradas quejándome- por variar- de estos curas que no le simporta tener desnudos en los techos y que joden porque una cuasicuarentona carece de gusto al vestir y anda acalorada, con necesidad de exponer sus antiguas glorias (las patitas) as en chores.

Cuando uno ve tanta fanfarria y desplante, se consuela uno en la publicidad favorita de la Iglesia durante estos últimos 60 años. Aquello que están del lado de los pobres. Así que, pobres del mundo, pierdan cuidado, que el día que se decida el Santo Padre a pasar a las acciones y dejar las oraciones, se acaba el hambre y la pobreza en este mundo de lágrimas.

Estábamos seguros que aquí nos la jugábamos con puro español hablado con la entonación correcta, pero no. Nos oyen decir “per favore” o “scusi” y nos contestan de inmediato “güayugüan?” y seguimos conversando cómodamente en un idioma que todos hablamos. A Marcelo le sorprende. Yo, en cambio, sé que es el look de extranjera, agravado por mis heréticos chores, un sombrerito amarillo vaticano a lo Samuel Livingstone que no me apeo, los anteojos de mosca, la botella de agua en una mano, y el mapa y la guía de “Rome for dummies” en la otra.

La comida, hasta ahora, deliciosa. Aquí comen primero antipasto, luego un primer plato, que suele ser pasta y después el segundo plato, algo más sustancioso. Además, postrecito y café y la cosa. Cuando pedimos solo ensalada y pasta o antipasto y ensalada, se nos quedan viendo extrañados y preguntan si deberían traer todas las cosas juntas o por separado. La pasta es más liviana, casi que no llena, pero algo me dice que aun así engorda.

Anoche fuimos a cenar a Campo de Fiori,  una plaza donde hace muchos años, quemaron a un hombre vivo, por cometer el delito de pensar diferente y de hablarlo: Giordano Bruno. Lo quemó la Inquisición por los motivos obvios, en este caso por insistir en que la tierra gira alrededor del sol. Bruno, a diferencia de Galileo (que se retractó aunque por debajo afirmó: “pero se mueve”), valoró más su convicción que su vida y lo quemaron. La historia dice que en los últimos momentos le acercaron un crucifijo y lo apartó a un lado. Muchos años después, algún gobierno Romano, en bronca en ese momento con el Vaticano, levantó una estatua en el sitio, que es donde se hace la feria del agricultor los sábados. Tiene una mirada desafiante, de frente a lo que fue la Cancillería Vaticana, su eterno enemigo.

La tradición dice que en la Fontana di Trevi hay que echar una monedita, de espaldas, para volver a Roma. Yo no tiro nada, primero, porque es a mí a la que me toca cuidar los euros y juntarlos para pagar el locker donde dejamos maletas en Frankfurt. Además no sé a dónde van a parar todo ese monedero.  Y por otro motivo, más importante: en mi casa tengo una foto, donde salimos Alejandro (mi papá) y yo, en nuestra pose favorita: cachete con cachete, abrazados, frente a esta misma fuente. El tiró dos moneditas. Una por él, que no le dio tiempo de cumplir. Otra, por mí. Tardé, papá, pero volví.

Anoche vimos el Coliseo iluminado, con una media luna de fondo. Lindo, se veía. Lindo.


Gotitas de lluvia

4 respuestas a “SPQR: senado y pueblo de Roma”

  1. Uuuuuuuuuy, Sole, siempre me ha impresionado la hablidad que tenés para cambiarle el tono a tus relatos en una nada, así como dicen darse la vuelta en una peseta (de las ticas). Ese final en la Fontana di Trevi me sacó las lagrimillas; ese mensaje, estoy seguro, le llegó fuerte y claro al loco Montiel (espero que no te enoje la confianza) donde quiera que esté!!! ¡Lo que no daría por haberlo conocido!

  2. Y yo tiré también mi monedilla… SPQR: Santísimo Pero Qué Relajo!!! Un despelote el tránsito…

  3. niña de ojos grandes! qué lindo el cuento de la tarjeta en el aeropuerto…
    me sacó las lágrimas

  4. me amarré el sweter alrededor de las piernas para cubrir las impúdicas rodillas desnudas y que me dejaran entrar a ver la pietá!
    qué perversos siguen siendo!

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