Anoche la abuela Berta se quedó sin gas y eso aquí es quedarse sin calefacción. Anoche, la temperatura bajó por debajo de cero. No habían más frazadas. La abuela durmió envuela en 5 capas de lana. Yo cerré todo y me hice un puñito friolento, comiendo chocolate para engañar la sensación térmica de los dedos entumidos.
Anoche tuve la pesadilla de que me despedían del trabajo por alguna tontería. Entonces caminaba por la avenida segunda tratando de llegar a San Pedro, y me asaltaban cerca de la Merced. El celular no servía. Me desperté y me dormí y volví a soñar lo mismo.
Anoche me fui a buscar cerezas, a 500 colones el kilo. Me las comí sin lavar y mi estómago pagó el precio.
Hoy en la mañana, a cero grados y apenas amaneciendo a las 8 de la mañana, vi pasar tres metros y no me pude montar a ninguno. Había mucho de inhumano en esos vagones repletos, con seres humanos apelmazados como animales.
No recordaba la costumbre odiosa que tienen aquí de dar mal las direcciones a los extranjeros. A todo el que le peguntaba me daba indicaciones distintas. Me perdí para llegar a la mi reunión y di demasiadas vueltas.
Después de la charla, un momio malparido me dice que qué clase de país es ese, Costa Rica, donde es evidente que hay tanto socialismo. Que si acaso estamos controlados por los cubanos. Mi respuesta generó aplausos.
Me arden los ojos y sueno ronca. No es la gripe porcina. Son los efectos nocivos del smog estancado sobre la ciudad, que tapa la belleza impactante de la cordillera de los Andes, nevada.
Hay tanto perrito callejero durmiendo en la calle, aprovechando cualquier rincón tibio. Hay tanta gente sin abrigo, sin ventanas, sin calefacción, enfermándose por este frío. Hay tanta injusticia. Tanto desperdicio.
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