– Tengo rotas las comisuras de los labios, de ambos lados. Cada vez que abro la boca, se me reabren las heridas. Al menos le dan un poquito de color a las ojeras que me llegan a los tobillos y que me obligan a maquillarme para no verme como muerta.
– No conecto la boca con el cerebro. El lunes un empresario chileno me dice “La verdad es que yo estoy en total desacuerdo con el Presidente Arias” y yo, que no me distingo por ser una arista entusiasta ni por ser nacionalista, me volví y antes de que me diera cuenta, le contesté con violencia “Pues a mí tampoco me gusta para nada que la derecha chilena sea tan facista, pero como soy extranjera, no puedo decir nada”. El señor me dijo “Era una broma, para ver la cara que hacías”. Yo, dándome por vencida, repliqué “También lo mío”
– Se me olvidan cosas sencillas, como hacer una llamada, tomarme una pastilla, enviar un correo, comer, dormir, soñar.
– De repente me entra una nostalgia terrible y no me hallo sin las cosas y las personas de las que siempre he querido deshacerme.
– Mi jefe me dice “Andate desde el viernes. Sin celular, sin laptop, sin conectarte a nada antes de que te de algo”
Y sí, le voy a hacer caso.
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